Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Reflexionando la Juventud y la Vejez con el Sabio Homero

En su inmortal poema Ilíada, el gigante Homero refleja la condición humana. Ahí están retratadas las pasiones con todo detalle. Homero fue un observador profundo de la naturaleza del Hombre. Su poema no es solamente un libro que narra la historia de la guerra de Troya, sino que describe la complejidad del ser humano.


En su magna obra, en la rapsodia III, verso 109, en boca de Menelao, dice: el alma de los jóvenes es siempre voluble, y el viejo, cuando interviene en algo, tiene en cuenta lo pasado y lo futuro a fin de que se haga lo más conveniente para ambas partes. El maestro ha descifrado la humanidad. Los jóvenes, impetuosos, actúan de manera variable. Inexpertos en el acaecer de la vida actúan sin calcular las consecuencias futuras. Los ancianos, con la experiencia adquirida, no toman decisiones a la ligera, sino que calculan desde lo pasado las posibilidades futuras y realizan aquello que es conveniente para todos. Homero nos enseña cual debe ser la manera correcta de actuar ya que resalta la experiencia de los ancianos frente a la volubilidad de los jóvenes. El joven, o muchas personas de mentalidad joven, se dejan llevar por los ímpetus o el arrebato momentáneo mientras que los ancianos (según los griegos los ancianos son el emblema de la sabiduría) actúan de manera sosegada, sin afanes y en ese sosiego tienen el tiempo de meditar cual es el camino a seguir.


Aprendamos del maestro Homero que fue un profundo observador de la condición humana y descifró el comportamiento impetuoso y acelerado de los jóvenes, que no nos lleva a ningún lado, y el comportamiento sosegado de los ancianos, que con su experiencia y su reposo son capaces de mirar con detenimiento los posibles caminos a seguir, para que la decisión sea lo mejor posible para la mayoría.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre los Impulsos con el Sabio Epicteto

A Epicteto le tocó en vida ser un esclavo. Aunque no lo sufrió mucho, ya que, en medio de su esclavitud, fue libre por la práctica filosófica. Posteriormente alcanzó la libertad y fundó su escuela a la que asistían numerosas personas. La historia lo considera uno de los grandes representantes del estoicismo romano o nuevo estoicismo, junto a Séneca y Marco Aurelio. Al igual que Sócrates, nunca escribió y sus enseñanzas se transmitieron para la posteridad gracias a su discípulo, el historiador Flavio Arriano.

En su Enchiridion o manual de vida nos dice: quienes subordinan la razón a los sentimientos del momento son realmente esclavos de sus deseos y aversiones. Nadie más, que alguien que ha sido esclavo, está autorizado a decir lo que es la esclavitud. Pero la esclavitud a la que se refiere el filósofo no es la esclavitud física sino que se refiere a la esclavitud mental. El gran estoico nos enseña que la razón debe estar por encima de nuestros deseos y aversiones.


Nuestros deseos y aversiones son aquellos sentimientos de atracción o repulsión que sentimos por las cosas. Ese impulso es lo que nos permite ser lo que somos y no solo está presente en los humanos sino en todo ser vivo con locomoción (al menos al nivel superior). Es lo que llamamos instinto de supervivencia. En el pasado, cuando buscábamos posicionarnos como especie, este era un impulso de vital importancia. Pero hoy en día, en una sociedad como la nuestra, esos ímpetus deben ser controlados. El maestro estoico nos enseña que la razón debe gobernar nuestros sentimientos. Debemos subordinar el deseo y la aversión a la razón y no al revés. Es decir que debemos reprimir las acciones que son causadas por el impulso momentáneo. Si nos permitimos actuar de acuerdo al sentimiento del momento estamos siendo guiados por el impulso de supervivencia, pero si nos tomamos un momento para mirar cual debe ser la acción correcta a seguir, estamos siendo racionales. Si nos dejamos llevar por los impulsos del momento, quiere decir que no estamos tomando decisiones, es decir que estamos siendo esclavos que no sabemos por qué lo hacemos. Pero si nos dejamos guiar por la razón vamos a actuar como hombres libres porque vamos a saber qué es lo que estamos haciendo. Si logramos que la racionalidad guíe nuestra vida lograremos vencer la esclavitud mental que es más dolorosa y profunda que la esclavitud física.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Autoestima con el Sabio Séneca

El filósofo Séneca es considerado el máximo exponente del estoicismo romano. Además de filósofo fue senador y orador. Con sus obras influyó en los filósofos posteriores del renacimiento y la ilustración, sobre todo en Michel de Montaigne, quien lo cita mucho en sus ensayos. Existe una faceta un poco desconocida en él y es la de escritor de tragedias. En efecto se le atribuyen diez tragedias. Toma las obras de los tres grandes griegos y las reescribe a su manera, imprimiéndole su sello filosófico. Al final de su vida comete un triple suicidio para escapar a la crueldad de Nerón.


En su tragedia "las troyanas", en una escena en donde se profundiza en el dolor humano, en boca del coro, Séneca manifiesta: Nadie es miserable sino por comparación. En efecto si nos comparamos a otros nos vamos a sentir más felices o más desdichados, ya que el ser humano siempre está y se está haciendo juicios sobre sí mismo y los demás. Aquí hay que analizar tres aspectos: Cómo nos sentimos con nosotros mismos, cómo vemos a los demás y cómo nos sentimos frente a los demás. Desde la primera opción se responden la segunda y la tercera. ¿Quién soy? ¿Estoy conforme con lo que tengo? ¿Cómo me siento frente a los que están por debajo o por encima de mí? ¡Debo aprender a aceptarme como soy! Existen personas inconformes consigo mismas que se sienten desdichadas por su físico o su personalidad. Es ahí donde debe entrar la reflexión filosófica. El ser humano debe aprender a aceptarse, físicamente, como es. Así nacimos. Somos una carga genética heredada desde antiguo. No solamente soy los genes de mis padres, sino también la de mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás, hasta muy adentro en el pasado. Además no somos únicamente nuestra carga genética sino que somos también nuestra personalidad. Y nuestra personalidad se construye con nuestro pensamiento, nuestras acciones y nuestro conocimiento. La sociedad inventa cánones de belleza que son específicos y por eso creemos que quienes no encajamos en esos patrones somos feos. Si hacemos un análisis de la belleza nos damos cuenta que no hay personas bellas o feas sino que somos cómo los demás nos ven y es ahí donde debo decir que no soy feo, sino que la persona que me ve fea me ve así porque no le gusto y el que me ve bonito me ve así porque le gusto. Es decir que la belleza es estadística y declaramos bellas a las personas a quien la mayoría ve bella y viceversa. Después de  aceptarme físicamente como soy puedo comenzar a construir mi personalidad. ¡Ahí es donde reside el secreto de lo que soy! Puedo ser declarado, físicamente, imperfecto, pero si poseo una personalidad arrolladora (estar seguro de lo que soy) o un carácter fuerte, mi físico pasa a un segundo plano y las personas me verán como un todo atractivo. ¿Y cómo construyo mi personalidad? Reflexionando constantemente y pensando a diario cómo he actuado en determinadas circunstancias o, en resumidas cuentas, dejándome guiar por la razón.


Después de que me acepte como soy no me importará la comparación con el otro, ya que comenzaré a aceptar las diferencias, y, desde la reflexión, sabré que no soy más o menos que nadie sino que soy lo que soy y que hago parte del entramado de la humanidad. Si no aprendo a ser feliz con lo que soy, si no me acepto con mis virtudes y defectos, si considero que la felicidad del otro debería ser mi felicidad, entonces siempre me sentiré miserable frente a los demás. Por eso debo comenzar a construir desde ahora aquello que deseo ser y debo aprender a aceptar mis limitaciones y a sacar el máximo provecho a mis virtudes y bondades.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Irracionalidad con el Sabio Spinoza

Baruch de Espinosa (Spinoza o Espinoza), es lo que podríamos llamar un hombre santo o un místico. Es uno de los representantes del racionalismo, a mi parecer, el más racionalista de los racionalistas, escuela fundada por Renato Cartesio (René Descartes). Fue un estudioso total de Dios y al mismo tiempo un rechazado por las iglesias de su ciudad, quienes no compartían sus ideas acerca de la Biblia o la religión. Llegó al punto de considerar Dios a la naturaleza y vivió en comunión con ella. Fue respetuoso de todo lo existente y vivió y murió en paz.

En su tratado “Ética demostrada según el orden geométrico”, en el escolio de la proposición XXXV de la parte cuarta dice: sucede raramente que los hombres vivan según la guía de la razón, pues sus cosas discurren de manera que la mayoría son envidiosos y se ocasionan daño unos a otros. Triste aquello que nos dice espinosa desde el siglo XVII y que aun sirve de reclamo para el siglo XXI.

Desde antiguo, los sabios hombres dedicados a pensar el mundo y las acciones humanas, han dicho que lo mejor para nuestra especie es vivir según los dictados de la razón y, sin saber por qué, seguimos sordos a sus enseñanzas. Hambre, guerras, corrupción, atracos, mentiras, celos, homicidios, injusticias, etc. son actos irracionales. Sabios como Platón, Spinoza o Freud, nos han aconsejado que es la razón la que debe guiar nuestras acciones. No debemos dejarnos conducir por los ímpetus del deseo o de los sentimientos. Debemos ser capaces de pensar los alcances de nuestras acciones para no actuar a ciegas y no causar consecuencias perjudiciales para nosotros o los demás. Nuestra capacidad de decisión, es decir nuestra libertad, genera consecuencias y debemos tener la sagacidad, gracias a la razón, de prever lo que se deriva de ella.

Nos autoproclamamos “homo sapiens”, pero pareciera que nos estancamos en “homo habilis” (y algunos cuantos se quedaron como simples “homo erectus”). Es patético que nos llamemos sabios, racionales o inteligentes pero que no hagamos uso de lo más maravilloso que le ha podido pasar al hombre, la capacidad de pensamiento.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Pereza con el Sabio Don Quijote

Que me perdone Don Miguel de Cervantes, pero su creación cobró vida propia y se ha convertido en un personaje real. Don Quijote anda por ahí, con su fiel escudero, “enderezando tuertos y desfaciendo agravios”. Cuando su amigo Sancho se fue de gobernador de la ínsula Barataria, el inmortal Don Quijote le regala una serie de consejos para el buen gobierno. Pero Don Quijote es universal y sus consejos no son únicamente para el buen gobierno, si no que se pueden recibir para la vida o para el buen gobierno de sí mismo. Uno de esos magníficos consejos reza así: Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte, ¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria, jamás llegó al termino que pide un buen deseo. Gran enseñanza la del Quijote. La pereza no llega al término que pide un buen deseo.

Generalmente nos trazamos metas. Algunas a corto y otras a largo plazo. Unas moderadas y otras bastante ambiciosas. Algunas del común y otras muy personales. No importa la meta trazada, lo cercana o inalcanzable que sea, lo que importa es que una vez puesta la meta debemos comenzar a caminar hacia ella. La diligencia es madre de la buena ventura. Si comenzamos a caminar para recorrer una distancia de mil metros, cada paso que damos nos acorta esa distancia. El objetivo propuesto no viene hacia nosotros, somos nosotros quienes debemos buscarlos. ¿Cuántas personas se han quedado con sus sueños frustrados por no intentar ir tras ellos? ¿Cuántas personas no sobresalen en la vida por la pereza? En un oficio o en un deporte, el perezoso queda relegado y el diligente es valorado. Se trata de tener iniciativa y de luchar por los objetivos. No importa que al final no alcancemos la meta, el camino recorrido nos muestra otros posibles recorridos y al final podremos decir que hemos aprendido algo.

Si somos diligentes estaremos bien en nuestra familia, en nuestro trabajo o en nuestro círculo de amigos. Siendo diligentes aprenderemos de la vida y podremos cosechar algunos triunfos soñados. La vida es acción, actividad. La naturaleza nos enseña que la vida no se estanca, es diligente y con su actividad evoluciona y conquista. Que nuestra actitud sea la diligencia y no la pereza. Hagamos caso de un hombre diligente que fue por la vida “desfaciendo entuertos y sinrazones”

sábado, 15 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Aflicción con el Sabio Marco Aurelio

Marco Aurelio es un personaje especial. Fue un emperador romano, un hombre de poder. Pero al mismo tiempo fue un filósofo que puso en práctica el estoicismo. Y por ser un filósofo emperador se convirtió en uno de los más queridos emperadores romanos. A lo largo de su vida escribió una serie de reflexiones en una especie de diario filosófico que se ha convertido en una joya del final del periodo estoico romano. En el libro VIII de sus meditaciones, meditación 47, dice: “Si te afliges por alguna causa externa, no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú haces de ella. Y borrar este juicio de ti depende”. Sabias palabras del estoico Marco Aurelio.

En nuestra cotidianidad suceden eventos que nos afectan y nos causan felicidad o tristeza. Pero, nos dice Marco Aurelio, lo que nos afecta no es el evento si no lo que pensamos de él. No son las cosas si no nuestro pensamiento sobre las cosas. El valor se lo agregamos nosotros a los sucesos. Una pérdida irreparable, un triunfo inesperado, un contratiempo eventual, son situaciones que, depende el tratamiento que les demos, se convierten en un suceso doloroso que nos afecta y nos lastima o en una situación para aprender y fortalecer nuestro carácter. El estoicismo nos enseña que hay situaciones que no dependen de nosotros y que lo único que podemos hacer frente a ellas es soportarlas con serenidad ya que hacen parte del entretejido de la existencia. La muerte, por ejemplo, nos asusta, pero frente al nacimiento de una nueva criatura nos alegramos y olvidamos que ambos eventos hacen parte del mismo fenómeno, el fenómeno de la vida. Cuando iniciamos un nuevo empleo nos sentimos congratulados pero olvidamos que lo que comienza tiene un final y que existe la posibilidad de perderlo y, llegado el momento, nos desesperamos creyendo que el mundo se nos viene encima.



Las diferentes situaciones de la vida las observamos bajo el lente de nuestro juicio. Lo que puedan significar depende de nosotros. El cómo nos queramos sentir frente a los sucesos que nos afectan es nuestra responsabilidad. El juicio con que valoremos los hechos es lo que nos hace sentir afectados. De nosotros depende transformar la manera como afrontamos la vida.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre lo Bueno y lo Malo con el Sabio Job

Uno de los libros sapienciales en la Biblia es el libro de Job. De los setenta y tantos libros que hay en el texto sagrado (la cantidad varía de acuerdo al credo) es la subjetividad humana la que determina cuál es el preferido. Desde mi subjetividad me atrevo a decir que dos libros comparten el primer lugar: Eclesiastés y Job. ¡Qué sabiduría la que encierran estas obras maestras de la literatura sapiencial! No por nada el personaje Job ha sido comparado con Edipo rey, ¡dos héroes que soportan el peso del destino y la tiranía de los dioses!

Job es un hombre que lo posee todo, riqueza material, filial y espiritual. Pero por un convenio entre  Yahvéh y Satán, en un día, lo pierde todo y queda postrado en la inmundicia de su piel despellejada. Aún así no reniega de su fe. Ante la increpación de su mujer, su sabia respuesta es: "Si aceptamos de Dios el bien, ¿no aceptaremos el mal?"  (Job 2, 10) Somos seres limitados que no comprendemos el sentido de la existencia. En la vida suceden eventos y somos nosotros los que decidimos, de acuerdo a nuestro juicio, si aquello que nos sucede es algo bueno o malo. Por ser efímeros y frágiles queremos que todo lo que nos suceda sea siempre lo mejor. Nos gusta estar bien, ganar, recibir afecto y sentir placer. Añoramos retornar al paraíso Bíblico del que fuimos expulsados pero se nos olvida que no todo es placer, triunfo o afectividad. Las cosas tienen, al menos, dos caras y no hemos aprendido a aceptar la contraria. Job nos enseña que así como aceptamos (del azar, el destino o Dios) los placeres y triunfos, también debemos aceptar los dolores y derrotas. Estos hacen parte de la vida y nos sirven para recordar lo que somos y para fortalecer nuestro espíritu y carácter. No podemos pretender que todo es alegría y desconocer la tristeza; que todo es vida y desconocer la muerte; que todo es triunfo y desconocer la derrota.

Todo lo que nos sucede hace parte de nuestra historia, de nuestra existencia y de nuestro vivir y, así no nos guste, debemos aceptarlo porque hace parte de nosotros. No tenemos ni idea qué va suceder o por qué sucede; solo debemos intentar hacer, lo mejor que podamos, aquello que está en nuestras manos y aceptar con resignación lo que se sale de los límites de nuestro designio.


sábado, 8 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Suerte con el Sabio Eurípides

Escribe Werner Jaeger, el gran helenista del s.xx, en su obra Paideia, que Eurípides es el inventor de la psicología y el gran escrutador del alma humana. Fue capaz, en su obra, de reflejar al Hombre tal como es. Dicen que se escondía en la soledad de una cueva a orillas del mar a ahondar en las profundidades del alma humana y a pensar y escribir sus tragedias.


En su obra Medea, escribe en boca del ayo (cuidador de los hijos de la protagonista) lo siguiente: “toca al mortal llevar con buen ánimo las vueltas de la suerte”. Sabias palabras las de Eurípides. La existencia humana es fortuita. Desde nuestro nacimiento hasta nuestra final partida somos títeres del destino. Eurípides lo sabe y nos recomienda que conservemos el buen ánimo ya que, entre la angustia y la serenidad es mejor la última porque nos permite observar con cabeza serena la situación que bajo otra actitud nos agobiaría y nos haría tomar decisiones erróneas y aceleradas.


Por ser afectivos le damos sentido a las cosas que nos pasan. Creemos que la felicidad y la vida son para siempre, y cuando el destino nos recuerda que no es así y que tanto la vida como la felicidad son frágiles y efímeras, entramos en terror pánico, la angustia nos invade y sentimos la presencia y el peso de la nada. La idea del sufrimiento nos hace cobardes y queremos que no se acerque a nosotros ni a nuestros seres queridos, queremos habitar una burbuja de placer. Pero la realidad es otra y debemos aceptarla. Somos frágiles y efímeros y nuestro diario vivir transcurre bajo el vaivén de la fortuna. No siempre todo sale como queremos y nos puede suceder lo impensable. ¿Y qué hacer cuando nos toque? La reacción recomendable es la del Sabio Eurípides “Llevar con buen ánimo las vueltas de la fortuna” y él lo dice como un imperativo: “toca”. No hay de otra. La mejor elección es esa. Si sabemos que lo que nos afecta nos puede llegar a suceder, debemos estar preparados para cuando suceda y llevarlo con buen ánimo.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Reflexionando Sobre la Prudencia con el Sabio Sófocles

El gran poeta Sófocles es quien mejor ha retratado al mítico Edipo. De él dice Aristóteles que retrata al hombre tal como debería ser, es decir, nos hace pensar en un ideal de ser humano. En su obra Antígona, pone en boca de Hemón, hijo de Creonte, mandatario de Tebas, la siguiente frase: “los dioses infunden a los humanos la prudencia, el bien más sobresaliente que existe”. ¡La prudencia, el bien más sobresaliente!.


Define el diccionario de la RAE que prudencia es: Templanza, cautela, moderación. // Sensatez, buen juicio. // Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello”. Sófocles nos dice que los dioses, es decir seres perfectos que lo saben todo, creadores del hombre, infunden a los humanos, es decir ponen dentro de nosotros, en nuestra alma o nuestro ánimo, en nuestro interior, la prudencia, es decir la capacidad de buen juicio, moderación o cautela. Quiere decir que tenemos dentro de nuestro haber la capacidad de razonar y calcular los alcances o consecuencias de nuestras acciones. Sófocles sabe que somos racionales y que la capacidad de razonar es el bien más sobresaliente que existe en nosotros.


Lo mejor que tenemos los humanos es la prudencia y sin embargo muchos de los accidentes o errores que acontecen en nuestra vida suceden por la imprudencia. Nos dejamos guiar por los impulsos del momento y no nos tomamos la molestia de reflexionar los acontecimientos presentes. Así actuamos a ciegas y después viene el lamento, la desgracia o la frustración. Por eso dice el poeta navideño “oh Divino Niño ven para enseñarnos, la prudencia que hace verdaderos sabios”.