El
Estoicismo debería ser materia de conocimiento obligado para todos. Es
un área de la filosofía que enseña cómo vivir mejor en un mundo en el que las
calamidades ocurren como parte del orden natural. Lo mismo sucede con el
Budismo y el Cristianismo. Si estas tres formas de vida se asumen de manera
superficial se vulgarizan, pero si se asumen con la profundidad propia de
ellas, son un complemento excelente para la vida.
El Estoico Marco Aurelio, practicante de la filosofía, enseña, en sus
meditaciones, libro VIII, numeral dos, lo siguiente: “En cada acción, pregúntate: ¿cómo es ésta respecto de mí? ¿No me
arrepentiré después de hacerla?” Esta frase nos enseña que debemos ser
conscientes de nuestras acciones y nuestro accionar se da en cada instante, por
tanto debemos ser conscientes del instante. La vida es una suma concatenada de
instantes, algo así como el tiempo una suma constante de segundos o la luz un chorro
permanente de fotones. Estructuralmente, el ser humano es libertad. Cada
instante elegimos, cada segundo estamos actuando y nuestras acciones son
elecciones hechas a partir de un abanico de posibilidades. La filosofía nos
enseña que somos una amalgama de deseos, afectos y razón y que debe ser la
razón la que debe guiar nuestras acciones y la que debe controlar nuestros deseos
y sentimientos, que son impulsivos, es decir, la filosofía nos enseña que
debemos escoger la racionalidad. Los instantes nos acechan, por tanto debemos estar
alerta a cada instante. Debemos razonar de manera permanente. En cada momento
debemos cuestionar si aquello que pensamos hacer nos va a afectar a nosotros o
a los demás. No debemos actuar sin conciencia. No debemos actuar al primer
impulso y luego arrepentirnos del daño que causamos. Debemos entrenar la razón
para que en cada acto que pensamos ejercer sea ésta la que nos dicte si es un
acto que vale la pena de ser realizado. La razón calcula posibilidades, el
impulso no. La razón examina los componentes del acto, el impulso no. Por eso
es mejor el acto racional que el acto impulsivo. Ser conscientes de nuestras
acciones es ser racionales y ser racionales es optar por un mejor estilo de
vida y una mejor relación conmigo y con los demás.