Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre los Infortunios con el Sabio Homero


Homero logró la inmortalidad. Las teorías científicas sobre el mundo cambian con los años, las detalladas descripciones sobre la conducta humana realizadas por Homero son perpetuas. Quien quiera comprender la conducta humana, y por ende a sí mismo, debe sumergirse en las letras oceánicas plasmadas por el Excelso y Sublime Homero.

En su enorme poema épico, Odisea, obra que relata las peripecias de Odiseo en su viaje de regreso a Ítaca, el protagonista dice a Anfínomo las siguientes palabras: No se figura el hombre que haya de padecer infortunios mientras las deidades le otorgan la felicidad y sus rodillas se mueven; pero cuando los bienaventurados dioses le mandan la desgracia, ha de cargar con ella mal de su grado, con ánimo paciente, pues es tal el pensamiento de los terrestres varones, que se muda según el día que les trae el padre de los Hombres y de los dioses. El Sabio observó la conducta humana y se pronunció. Aprendamos de él. “No se figura el hombre que haya de padecer infortunios mientras las deidades le otorgan la felicidad.” Mientras estamos bien no imaginamos que nos pueda llegar la desventura. Si somos afortunados pensamos que la fortuna es para siempre y resulta que la fortuna es inestable, y viene y va, como el vaivén de las olas. A veces estamos bien y a veces no. Unos días son felices y otros tristes. Alguna vez celebramos el nacimiento y otra lamentamos el fallecimiento. Algún día nos corresponde celebrar un triunfo y otras veces la derrota. Así es la vida. No todo es dicha y fortuna, también hay desdicha e infortunio. “Pero cuando los bienaventurados dioses le mandan la desgracia, ha de cargar con ella mal de su grado, con ánimo paciente.” Cuando nos corresponde el infortunio, no nos queda otra que aceptarlo, hace parte de la vida y estamos condenados a los caprichos del azar, porque es parte de la estructura de la existencia. Recordemos que las cosas pasan sin finalidad alguna. Simplemente el mundo acaece y nos afecta, en mayor o menor grado, de acuerdo a la cercanía o lejanía del evento. Si de antemano sabemos que nos toca el infortunio o la desdicha, estaremos prevenidos para cuando tal suceso ocurra, y no será tan terrible. Es decir, si en este momento tienes empleo, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que lo puedas perder. Si tienes a tus padres vivos, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que los veas morir. Si tienes pareja, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que la relación termine. Y así... Por eso debemos soportar con ánimo paciente. El dolor causado por una perdida no es eterno, con el tiempo se mitiga. Al final de nuestra vida solo tendremos en la memoria el recuerdo de todas las situaciones vividas en nuestra historia personal y eso que experimentamos es el diario vivir de todos aquellos que compartimos el misterioso y fascinante viaje de la existencia. Somos hermanos en la tristeza y en la alegría, en el dolor y en el placer, en la fortuna y en la desdicha.

Me tocó existir, yo no elegí nacer, pero, ya existente, lo mejor es aprender de aquellos Sabios que se atrevieron a contemplar el mundo, a descifrarlo y a enseñarnos a los demás cómo es el mejor modo de afrontar el efímero lapso de vida que ocupamos en el planeta. ¿Quién mejor que Homero que fue capaz de percibir lo que somos y de plasmarlo en las letras eternas de su inmortal obra?

sábado, 22 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre lo que nos Afecta con el Sabio Epicteto


Nuestros sentidos son la herramienta para percibir el mundo; la ciencia, la herramienta para explicarlo; la filosofía, la herramienta para comprenderlo. El mundo existe y el filósofo lo contempla. En su contemplación, y mirar detallado y profundo, el filósofo ve lo que los demás no: el mundo al desnudo. Las personas percibimos el mundo con lentes de colores que lo adornan y maquillan, el filósofo lo observa tal como es. Las personas percibimos fantasías, el filósofo realidades. Epicteto, gran filósofo, observó el proceder humano y lo comprendió, nos transmitió su comprensión con sabiduría y, sordos, seguimos sin atenderlo.

En su Enchiridion, libro filosófico que quedó para la posteridad, nos dice: Las cosas en sí no nos lastiman, ni entorpecen nuestra vida. Tampoco los demás lo hacen. Pero la forma como los percibimos es otro asunto; son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas. El Gran Sabio se ha pronunciado. El suceder de las cosas o personas, es decir los hechos, no nos lastiman, lo que nos lastima son nuestras reacciones hacia ellos. El mundo está ahí tal como es, nosotros lo percibimos y nos afectamos de acuerdo a como vemos o pensemos los sucesos. El mundo no nos afecta, nos afecta lo que pensamos de él. ¿Qué quiere decir esto? Parece contrario a lo que normalmente pensamos. Entonces ¿Cómo debo reaccionar si ocurre un evento que afecta a un ser querido, por ejemplo un accidente mortal? ¿O un despido? ¿O una ruptura? ¿O una pérdida? Precisamente eso es lo que nos quiere decir el sabio. El universo, la naturaleza, el mundo, acaece, sucede y punto. No hay finalidad alguna en el transcurrir de los hechos. Las cosas no ocurren con una intención, simplemente ocurren. Somos nosotros los que le damos sentido y le buscamos finalidad a los sucesos del mundo. Ahí es donde entra el sabio y nos dice que es nuestra actitud frente al mundo la que nos causa problemas. ¿Cómo así? Nuestra actitud frente al mundo, es decir la forma como asumimos los hechos del mundo y la manera como reaccionamos frente a ellos. Si estamos acostumbrados a algo y de repente nos lo quitan (objeto, empleo, pareja, familia) nos aqueja la angustia, la desazón, el temor. Si nuestra actitud es pesimista diremos: “¿por qué me sucede esto a mí?, ¿será un castigo del cielo?, ¿Qué habré hecho mal para merecerlo?”, O podemos decir: “es voluntad de Dios para enseñarnos como actuar y qué esperar de la vida.” O tal vez: “Si así sucedió es porque no me convenía y ya vendrá algo mejor, Dios sabe como hace sus cosas.” Sea cual sea nuestra actitud, le buscamos sentido y finalidad a los hechos, lo necesitamos para creer que comprendemos el mundo y la existencia. Pero no, los hechos ocurren y ya. El mundo es complejo y pasa. Si aprendemos a observar, como observaron los antiguos sabios, aceptaremos que las cosas suceden y que si ocurren cerca de mí me veré afectado. No es lo mismo un terremoto en un país lejano que en la ciudad que habito. ¿Cómo voy a afectarme? De acuerdo a mi pensamiento y mi subjetividad. Es ahí donde debo entrenar mi intelecto. Si comienzo a aceptar que el mundo es como es, que a diario ocurren cosas y que esas cosas me van a beneficiar o a perjudicar, entonces estaré preparado para cuando sucedan y lo que antes me parecía terrible pues simplemente lo recibiré como una posibilidad dentro de las tantas posibilidades que a diario me acechan. Si experimento una acción que considero mala y la percibo en el instante, me angustiará mucho, ya que la estoy viviendo en ese instante. Pero si en el momento que me ocurre me substraigo a la realidad y la contemplo en el tiempo y me adelanto unos años, me doy cuenta que el dolor, la angustia o la afectación cederá, entonces la experimento menos angustiosa ya que se que existía la posibilidad de que ocurriera y que con el tiempo la asimilaré. No son las cosas las que me afectan sino lo que pienso de ellas.

Si aprendo a ver el mundo como es, no me veré afectado por el mundo. Es difícil de comprender esta enseñanza del sabio Epicteto, pero es verdad. Creemos que una pérdida es terrible, pero si comprendemos que las pérdidas ocurren, cuando ocurra no se verá tan terrible, sino que se asimilará como parte del proceso de la existencia y como parte del acaecer del mundo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre lo que Decimos con el Sabio Séneca


Séneca fue un gran filósofo. Se nutrió de la filosofía griega y la aplicó a su vida. Sus enseñanzas son acordes a la sabiduría. Reflexionó sobre la condición humana y el infortunio y pensó que la razón estaba en nosotros para resistir la fortuna y el azar. Pensaba que la sabiduría debía encaminar al Hombre a la virtud y trató de ser virtuoso. Su muerte es un ejemplo de la actitud del sabio ante la certeza del final de la existencia humana.

En su tragedia Medea, en diálogo entre Medea y su nodriza, y ante el desespero por la noticia del inminente matrimonio de su esposo con otra mujer, la nodriza le dice: Pon freno a tus palabras; no desatines, no amenaces; amengua tu coraje... Sabia enseñanza que todos debemos aprender. Estamos hechos de lenguaje y la mayor manifestación de nuestro lenguaje es la palabra. Nuestra mente trabaja con el lenguaje y cuando pensamos lo hacemos por medio de las palabras. La palabra, o mejor el lenguaje, es nuestra esencia. Con la palabra se hiere o se sana. Una palabra puede construir o destruir. “Pon freno a tus palabras.” Si en un momento de ira e intenso malestar vas a ofender o lastimar, mejor pon freno a tus palabras, si las dices en ese momento podrías arrepentirte luego. Después de pronunciada la palabra no se puede borrar, queda en la memoria de la persona que la escuchó y una palabra puede hacer mucho daño. Es mejor callar y hablar luego, con calma y serenidad y sin el ánimo de lastimar. Si se quieren decir los errores de la otra persona se puede hacer de manera decente con el ánimo de corregir mas no de ofender. “Amengua tu coraje”, refrena tu ira, amansa tu ímpetu. La rabia es un acto irracional y la irracionalidad comete múltiples errores. La serenidad del espíritu es un acto racional y la racionalidad trae múltiples beneficios. Séneca decía que la racionalidad era lo que más nos emparentaba con la divinidad.

Cuando sintamos rabia contra otra persona está en nosotros la capacidad de refrenar los ímpetus desbordados para no lastimar ya que las palabras generan acciones y una acción física producida por la ira puede lesionar. En nosotros está la capacidad de detener, refrenar, amainar el coraje, ira o rabia, para actuar de manera serena frente a la irracionalidad ajena y ser ejemplo de actuar acorde a la razón. Si la ira no se controla o canaliza es una fuerza destructiva como el río  que cuando arremete y se desborda destruye vidas y arrasa cultivos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre el Error con el Sabio Spinoza


Spinoza logró ver. Abrió el intelecto al mundo y vio. Nosotros no percibimos la realidad tal como es sino que vemos fantasmas de la realidad, sombras, ilusiones que se forjan en nuestra mente. Spinoza logró develar el mundo y percibir la realidad tal cual. Nosotros no hemos querido aprender de él. Somos ciegos, felices en la oscuridad, ignorantes de la luz que despreciamos. Somos felices viendo el punto, ignorantes de la recta; somos felices viendo el instante, ignorantes de la eternidad. (No la eternidad temporal sino la intemporal).

En el libro supremo “Ética demostrada según el orden geométrico”, parte cuarta, escolio de la proposición LIV, dice: “...es inevitable que los Hombres pequen... “Es inevitable”, es decir “no podemos evitar”, y si no se puede evitar quiere decir que está en la naturaleza, esencia o estructura de la cosa, que ocurra. Spinoza nos dice, con su sabiduría, que el error hace parte de la naturaleza humana. Es inevitable que nos equivoquemos. Es inevitable que pequemos, entendiendo por pecado aquellas cosas contrarias a lo moralmente establecido, a la costumbre social. Los seres humanos actuamos cada instante y nuestras acciones vienen guiadas desde nuestro interior. Actuamos por impulso o por decisión. Muchas de esas acciones afectan el mundo a mí alrededor. Algunos efectos son contraproducentes y otros son benéficos, ya sea para mí o los demás. Pero el hecho de que el error sea inevitable no quiere decir que no podamos reducirlo al máximo. El hecho de que el error haga parte de nuestra esencia no quiere decir que la previsión esté ausente. El error existe porque existe el acto impulsivo, la previsión existe porque existe el acto racional. No porque el error sea esencial al ser humano quiere decir que debamos cometer el máximo de errores y los más graves, no. Quiere decir que como el error hace parte de la estructura del ser humano debemos tener presente la gradación y debemos tratar de mantenerlo en el menor grado posible de su existencia. Estamos equipados con la razón que puede mantener en su menor estado posible nuestras acciones erróneas. Al igual que el error, la razón también es parte de nuestra estructura y también viene graduada, por tanto debemos tratar de tenerla en el mayor grado posible de su existencia.


Si el error hace parte del ser humano quiere decir también que debemos tolerar a las personas ya que el error está presente en su estructura. Lo que no debemos perdonar es que se cometa el mismo error de manera constante ya que la razón nos da la capacidad de aprender de las acciones cometidas y de mejorar constantemente como personas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre la Hechicería con el Sabio Don Quijote


Hay libros infinitos. El Quijote es uno de ellos. Un libro infinito es un libro que contiene todo lo humano. El Quijote es un mapa del espíritu del Hombre. Un mapa muy detallado donde se muestran los más recónditos secretos de la psiquis. Ya decía Dostoievski Veréis en Don Quijote, en cada página, revelados los más arcanos secretos del alma humana.

Dice Don Quijote, en la primera parte en diálogo con el galeote: Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce. Siempre ha existido el arte (por no decir embuste) de la brujería, la hechicería y la magia. Es milenario. Desde antiguo los Hombres han creído dominar la naturaleza y a sí mismos por medio de ritos y encantos. ¿Por qué? No sé. Lo que sé es que los Hombres son seres que tienen voluntad y que su voluntad se puede influir a través del convencimiento o la persuasión pero no a través de encantamientos ni hechizos. No es posible que se nos obligue a realizar actos que no queremos como a amar a alguien por medio de un hechizo, o que nos vaya mal en un negocio porque nos tienen rezados. Si nos  enamoramos de alguien y ese alguien no nos para bolas y vamos como unos bobos detrás de esa persona y caemos en el acoso, pues lo que eso dice de nosotros es que somos seres inmaduros para la vida ya que debemos ser conscientes de que no le vamos a gustar a todo el mundo y hay que aceptar el rechazo, pero los demás verán cómo nos humillamos y creerán que es un rezo que nos tiene atados. Si hemos fracasado en dos o tres negocios que hayamos iniciado, pues hemos fracasado simplemente por mala planeación nuestra y no porque alguien nos tenga envidia y nos haya mandado a hacer un rezo para atarnos. En la vida suceden muchas cosas y cada quien interpreta el mundo desde su psiquis o subjetividad. Si soy creyente en la posibilidad de encantamientos pues veré encantamientos por doquier y cuando algo me salga mal creeré que es fruto del encantamiento y no por mala planeación mía, es decir que difícilmente me veré responsable de mi fracaso. Es más fácil inventar teorías de envidia y ataduras que responsabilizarme de mis actos. Además la psiquis es tan fuerte que, si creo en brujería, corro el riesgo de que si alguien amenaza con hacerme un rezo, y temo a los rezos, pues a partir de ahí comenzará a irme mal, pero no por culpa del rezo sino por mi temor al mal y desde mi interior mi miedo no me deja hacer lo que normalmente haría para realizar bien las cosas.

Dice Estanislao Zuleta, en su libro psicoanálisis y criminología, que el vudú funciona por cultura, porque se ha nacido en esa cultura y con esas creencias y es muy difícil desarraigar las costumbres. La brujería no afecta a quien no la cree, solo afecta al que cree en ella. Nuestro subconsciente es tan fuerte que si nos angustiamos podemos morir de angustia o de pena moral. Y los psicólogos y psiquiatras hablan de enfermedades psicosomáticas, es decir enfermedades causadas por la mente. Y los médicos curan ciertas enfermedades mediante placebos.

Creámosle a Don Quijote cuando dice que no hay hechizos que puedan mover y forzar nuestra voluntad. Vivamos creyendo que somos nuestra mente, es decir somos nuestro lenguaje y los contenidos de nuestro pensamiento. Nuestra vida se da de acuerdo a nuestro pensamiento. Si somos optimistas nos irá bien, si somos pesimistas nos irá mal ya que actuaremos en búsqueda de una meta o alejándonos de ella. Somos seres libres y debemos vivir como tal, es decir responsables de nuestras acciones. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre las Cosas y los Hechos con el Sabio Marco Aurelio



Marco Aurelio es considerado el emperador de la época del esplendor filosófico de roma. Hizo construir cuatro grandes escuelas de filosofía en Grecia. Su gobierno es equiparable al gobierno de Pericles en Grecia o al gobierno de Alfonso Diez, en España. Sus meditaciones filosóficas son inteligentes reflexiones que impregnan de sabiduría.

En sus meditaciones, libro XII, numeral diez, escribe: Ver qué son las cosas en sí mismas, analizándolas en su materia, en su causa, en su relación.” ¿Qué significa esta enseñanza del gran Marco Aurelio? El Sabio nos está diciendo que debemos aprender a ver las cosas como son. A veces observamos las cosas desde la perspectiva de nuestra imaginación. Acostumbramos a adornar las cosas con los ornatos de la subjetividad y le restamos visión a lo objetivo. ¿Qué son las cosas? Partamos del hecho de que en el mundo hay cosas que están fuera de mí y que las percibo. Pero si observamos de manera analítica estas cosas que están fuera de mí, nos damos cuenta que estas cosas no son solo lo que vemos aquí y ahora ya que hacen parte del entretejido de la humanidad. Siempre que vemos algo debemos saber que no vemos solo ese algo, sino que vemos el algo con lo demás, es decir no es solo la silla, sino la silla que es ergonómica, de color azul, que se encuentra en la sala al pie del escritorio del computador al lado izquierdo del televisor y además es la que se compró en una promoción del almacén donde venden muebles y que era la última que quedaba, pues las demás se habían vendido y que fue construida por un artesano chino que trabajó día y noche por un salario bajito y que fue enviada por barco a los comerciantes colombianos y que llegó al almacén en un camión y que... En efecto, las cosas no son solo cosas sino que hacen parte del entramado de la existencia.

Si todo eso hablamos de una cosa, en apariencia simple, como una silla, ¿Qué decir de un acto humano? Los hechos humanos son complejos porque lo humano es complejo. Un acto humano no es solo un acto sino una historia. Ante un hecho humano mira qué es el hecho en sí mismo, analízalo en su causa, en su relación; pregunta el por qué de su acaecer, con que se relaciona y qué se generó a partir de él.

El mundo existe y yo existo en él. Las cosas existen en el mundo y yo existo en relación con ellas. Yo hago parte de la existencia y hago parte del mundo y por lo tanto me relaciono con las cosas del mundo. Si soy capaz de ver qué son las cosas en sí, en su relación con las demás cosas y en su relación conmigo seré capaz de ver el mundo en su esencia. Me sabré parte del mundo y del entramado del mundo.  Comprenderé que las cosas suceden y que yo hago parte de los sucesos. Que mi vida, por larga o corta que sea, y los hechos, por simples o complejos que sean, hacen parte de un momento del todo. Me sabré un instante en la eternidad.

Gran Marco Aurelio, con tu filosofía nos incitas a ahondar en el mundo que observamos, viendo las cosas como son y no como queremos que sean. Con tu filosofía nos enseñas que las cosas no son solo cosas sino que hacen parte de un estado de cosas. Con tu filosofía nos enseñas que no hay solo cosas sino hechos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre la Aflicción con el Sabio Job


El patriarca Job es parecido a los grandes filósofos griegos anteriores a Sócrates. No parece un ricachón dedicado a los negocios del campo sino un hombre dedicado a contemplar la naturaleza humana. El libro de Job es un manual de filosofía, si se quiere de filosofía estoica, en el que encontramos verdades supremas que enseñan a quien las lee.

En diálogo con su amigo Elifaz de Temán, este le dice: No, no brota la iniquidad del polvo, ni germina del suelo la aflicción. Es el Hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo los hijos del relámpago. (Job 5,6) ¿Qué nos dice el libro de Job? Que la aflicción es causada por los humanos. La aflicción no nace de la tierra, es decir no es algo que esté en el mundo. La aflicción nace en el corazón del Hombre. Existen los Hombres, existe la aflicción. No existen los Hombres, no existe la aflicción. Solo hay aflicción donde hay Hombres. ¿Qué es la aflicción? Aflicción es aquello que sucede y nos aflige, es decir nos causa malestar físico, angustia, tristeza o molestia. ¿Por qué algo que sucede nos puede afligir? Porque somos nosotros quienes le damos importancia a los sucesos del mundo. El ser humano es un ser complejo. La complejidad humana reside en su psiquis. Ahí, internamente, está el por qué unas situaciones son más angustiosas que otras. Algunas personas temen la oscuridad, otras no. Algunas personas sienten nerviosismo frente a un público, otras no. Cada quien afronta el mundo de manera distinta. Cada quien le da significado a los hechos del mundo desde su propia experiencia. El Hombre engendra la aflicción, es decir es él quien realiza actos que afligen a otros y es él quien se aflige por las cosas que ocurren, humanas o no. Quiere decir el libro de Job que en nosotros está no sentir aflicción o reducir este sentimiento a su mínima expresión. El Hombre está condenado a los hechos del mundo. Y no todos los hechos son felices. Debo aprender a vivir con los hechos tristes y trágicos. De mí depende angustiarme ante cualquier situación que acaece o de mi depende aceptar que las cosas pasan como parte del orden natural de la existencia. En mí está elegir cómo quiero vivir mi vida en el corto lapso de la existencia humana.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre el Sufrimiento con el Sabio Eurípides

El Sabio Eurípides logró lo que pocos han logrado, retratar al Hombre tal como es. Contempló al ser humano y observó los detalles que nadie mas había visto y así pudo dejar un fiel retrato de lo que somos. Eurípides es el pintor de los afectos, el retratista del alma humana. Y, al ver lo que otros no, es reconocido como el padre de la psicología. Logró ahondar en los más profundos meandros de la psiquis humana.

En su obra Hipólito, ocurre algo que afecta la vida del protagonista. Su madrastra se enamora de él. Hipólito, joven virtuoso, la rechaza y ella se suicida y lo inculpa arguyendo violación. Finalmente llega la venganza del padre. Antes del suicidio, Fedra dialoga con su nodriza y ella le dice estas sabias palabras: Con calma y noble voluntad tolerarás mejor tu afección. Sufrir les resulta forzoso a los mortales. Una frase, del gran Eurípides, que se anticipa al estoicismo. Sufrir nos resulta forzoso. “La vida es sufrimiento”, reza la primera tesis del Budismo. Es un hecho, por existir, las afecciones hacen parte de nuestra vida. ¿Qué son las afecciones? Son aquellas cosas que pasan y que tienen que ver con nosotros. Algunas nos benefician, otras no. A diario vamos a presenciar afecciones ¿qué hacer frente a aquellas que nos afectan de manera fuerte? Aquello que nos afecta fuertemente, nos afecta precisamente porque en nuestra psiquis lo consideramos importante. ¿Por qué, a veces, lo que a otros afecta de manera fuerte a mí no me causa malestar? Precisamente porque para mí no es tan importante. Esto comprueba que las cosas no son graves o leves sino que yo las hago graves o leves de acuerdo a lo que pienso respecto de ellas. ¿Cómo pasar por la vida sin afectarme gravemente por los sucesos? Dice el sabio: con calma y buena voluntad toleraremos mejor nuestras afecciones. Lo que necesitamos es ejercitar nuestra paciencia. Anticiparnos de manera mental a las posibles situaciones que nos van a aquejar y estar ejercitando el reposo, la calma, para que cuando la afección llegue estemos preparados y actuemos de manera tranquila y aceptando la situación que, por ser humanos y estar vivos, es normal y siempre nos va a suceder.