Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Certeza con el Sabio Sófocles

Sófocles fue capaz de crear un personaje de la talla Bíblica de Moisés o Job: Edipo rey. La saga de Edipo es una historia, de esas pocas, en que se encuentra todo lo humano. Es una obra infinita e inagotable que se recrea y rehace con los años.

En su obra Antígona, en boca de Hemón, en diálogo con su padre Creonte, Sófocles nos dice: No hagas uso en tu fuero interno de una sola manera de ver las cosas, pensando concretamente que lo acertado es lo que tú afirmas y ninguna otra cosa más... Siempre los sabios enseñándonos a ser mejores con su sabiduría. ¡No veas las cosas de una sola manera! ¡No creas que solo lo tuyo es verdadero! Eso es lo que nos está diciendo el Sabio Sófocles. A veces cuando discutimos y nuestras ideas se ven cuestionadas, nos disgustamos y la discusión se torna acalorada. El disgusto ocurre por nuestra superficialidad de pensamiento que nos lleva a creer que lo que nosotros pensamos es lo único verdadero y que los que piensan como nosotros tienen la razón y los que piensan diferente están equivocados. Estamos hablando aquí del fenómeno de la certeza. ¿Qué es la certeza? Certeza es la adecuación de mis ideas acerca de las cosas y las cosas. Es decir que si yo digo árbol y en efecto es un árbol, entonces yo tengo certeza en mi lenguaje y en mi concepto acerca de la cosa. Si tengo certeza entonces digo la verdad. Cuando no tengo certeza en lo que digo quiere decir que ignoro en qué consiste la cosa y caigo en la mentira. En el mundo hay hechos, fenómenos, sucesos, y los seres humanos somos observadores del acaecer del mundo y además intérpretes de los fenómenos del mundo. Ciertos acontecimientos del mundo son verificables, otros no. Cuando los acontecimientos son verificables, no tiene sentido discutir. Si alguno de los que discute está equivocado, sencillamente se le muestra el suceso y listo, el otro debe entrar en razón y corregir su error y dar por hecho que acaba de aprender algo nuevo. Si el hecho que se discute no es verificable (alguna opinión o punto de vista personal con respecto a una idea o concepto) entonces debo entender que mis ideas son mis ideas y las ideas del otro son las ideas del otro. Debo intentar persuadir al otro con argumentos lógicos que traten de mostrar con claridad lo que pienso acerca de la idea que se habla. Pero si no logro persuadir debo, según Sófocles y el buen sentido común, comprender que así como yo defiendo mi idea el otro también tiene derecho a defender la suya, y que así como yo creo tener razón, el otro tiene el mismo derecho. Puedo estar errado en mis ideas acerca de algunas cosas. Lo importante es no pasar por encima de los demás y no dejar que pasen por encima de mí.

Muchas de las ideas que se tenían por ciertas han cambiado con los años. Según nuestros sentidos el Sol se desplaza por el cielo. Según la razón el movimiento es aparente ya que la que gira es la Tierra. Por defender aquello que hoy es verdad Giordano Bruno murió en la hoguera y Galileo Galilei tuvo que retractarse frente a la santa inquisición. Lo que yo considero hoy como verdad puede ser una mentira. ¿Qué certeza tengo de que lo es? ¿Estoy dispuesto a defender una ilusión? Debo sentar una posición con respecto a los fenómenos del mundo pero con la convicción de que esta es una de las tantas posibles interpretaciones acerca del mundo y que lo que hoy es una verdad aceptada, mañana puede ser un error histórico. No debo creer que yo tengo la razón y debo estar abierto a otras ideas.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre los Principios con el Sabio Esquilo

Si el enorme poeta y sabio Esquilo hubiese sido un personaje bíblico sería llamado profeta. En efecto, los tres grandes trágicos griegos están a la altura de los patriarcas bíblicos (¿O será al revés?). Con razón escribía el gran Nicolás Gómez Dávila, tal vez el más grande de los filósofos colombianos, en sus Notas: “Los clásicos griegos y la Biblia, leídos lentamente, con minuciosa atención, bastan para enseñarnos lo que la humanidad sabe de ella misma.”  

En su obra “Los siete contra Tebas”, en boca del coro, en respuesta al lamento de Eteocles, hijo de Edipo, frente a lo trágico del destino, Esquilo nos deja esta joya: No dejes que te empujen. Tú, un cobarde nunca serás llamado, si eliges bien tu vida. ¡Qué grande y qué ignorado! ¡Se necesita el temple de un semidiós para resistir los embistes del vulgo! ¿Elegir bien nuestra vida? ¿Qué significa? ¡Elegir!, ¡el gran dilema de la humanidad!. ¡La libertad en acción! ¡Ser o no ser, hacer o no hacer, esa es la cuestión! Lo que nos dice el gran sabio es que vivamos como seres libres, lejos de las presiones sociales que nos esclavizan. ¿Cuántas veces nos encontramos con personas que nos incitan a realizar cosas que no son de nuestro agrado? Reza un dicho popular colombiano: “un bobo empujado mata hasta a la mamá.” Si no tenemos un carácter fuerte, nos dejaremos llevar por un reto banal. Si nos dejamos llevar por un reto banal, tal vez lo lamentaremos después. "¡Ay! ¿No es capaz de tomarse un trago? Tan aburrido"; "¡Si no se fuma un porro es porque es un miedoso!"; "¿Usted no tiene amante? ¡Mínimo, la mujer lo domina!"; "Participe de este negocio, mire que nadie se va a dar cuenta"... y así ¡Cuántas adicciones, cuantos divorciados, cuantos presos! El mundo necesita de héroes fortalecidos en los principios que adoptaron para una vida recta y de héroes que adopten principios para la misma. 

¿Qué es una vida recta? Una vida recta es una vida ordenada según los principios de la razón. ¿Cuáles son estos principios? Me acuerdo de la frase de Einstein, en su escrito “mi visión del mundo”: “Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad... Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.” Y ¿Por qué no colocar al lado del gigante humanista físico, el gigante humanista músico?, Beethoven dijo algo parecido: “Hacer todo el bien que se pueda, amar la libertad ante todo y, aunque fuera por un trono, no traicionar nunca la verdad.” Si estos dos enormes hombres lograron lo que lograron con estos ideales, ¿Por qué no me podrían servir a mí? Hay que recordar que a Einstein le ofrecieron la presidencia del nuevo estado de Israel y la declinó diciendo: “La política es para el momento, pero una ecuación es para la eternidad.” Grandes hombres que fueron fieles a sus principios y hoy son ejemplo para nosotros.


Adoptemos principios fundamentados en la razón, fuertes sólidospara la vida. No importa lo que los demás nos digan, no importa que el vulgo nos dé la espalda, no importa que los frutos tarden e llegar o lleguen post mortem. Si somos fieles a unos buenos principios viviremos en paz y en armonía con los demás, con el mundo y, lo que es mejor, con nosotros mismos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre el Enojo con el Sabio Homero


Hace, más o menos, dos mil ochocientos años había un hombre ciego que se dedicaba a reflexionar las acciones humanas, se preguntaba por sus causas y miraba cuales debían ser las acciones correctas a realizar. Ese hombre era llamado poeta. Hoy es llamado el padre de la cultura occidental y padre de la literatura. Yo lo llamo el filósofo Homero.

En su enorme Ilíada, poema que relata la guerra de dos pueblos por la honra de un marido traicionado, hay un pasaje en el que Zeus envía un mensaje, con la diosa Iris, a la diosa Hera, e iris le pregunta a Hera: “¿Por qué en vuestro pecho el corazón se enfurece?” Homero pone en boca de una diosa a otra diosa estas palabras, pero en realidad son palabras dirigidas, eternamente, a los mortales. ¿Por qué se enfurece nuestro corazón? ¿Por qué nos enojamos? ¿Por qué sentimos rabia? Este es un sentimiento natural en los seres humanos. 

Recordemos que tenemos tres tipos de conductas inherentes a nosotros. Todos tenemos el deseo, el afecto y la razón. Por el deseo existe la especie humana; difícilmente naceríamos sin el deseo sexual, y el deseo nos hace alimentar e hidratar, sino moriríamos de hambre o sed. Sin los afectos difícilmente querríamos tener una pareja y cuidar nuestros hijos, y sin ellos no defenderíamos lo que nos pertenece: nuestro hogar, nuestra pareja, nuestra familia, nuestra dignidad, nuestras ideas. Sin la razón no hubiésemos inventado la tecnología que nos facilita la vida,  ni hubiésemos inventado teorías o modelos que explican el mundo, pero lo más importante, tampoco controlaríamos nuestros deseos y afectos, es decir que la razón es la responsable de que no destruyamos aquello que hemos logrado conseguir. Ella es el freno y equilibrio para las otras dos. La suma de estos tres tipos de conductas nos hace ser lo que somos: la compleja especie humana. Después de recordar lo anterior, nos enteramos que el enojo hace parte de nosotros. Lo que debemos hacer es preguntarnos por la causa de nuestro enojo ya que hay enojos necesarios y enojos innecesarios. El enojo está presente en nuestro ser, pero es la razón la que lo debe controlar. No todo enojo debe ser exteriorizado. Hay enojos menores que se deben controlar: el jarrón que quebró mi hijo pequeño porque no sabía que no debía cogerlo, el disgusto con mi pareja porque se le quemó el arroz, la molestia porque me perdí el capítulo de la serie que me gusta, en fin, aquellas cosas que no son trascendentes. Hay enojos que se deben exteriorizar porque de ellos depende que la vida siga su marcha normal: el malevo que quiere destruir a mi familia, el tramposo que inventa una situación para perjudicar mi empleo, la mentira que intenta destruir mi buen nombre. Pero este enojo, que me permite salvar la normalidad de mi vida, no debe ser un enojo descontrolado sino un enojo gobernado por la razón. El problema es cuando dejo que el enojo se salga de control: golpeo con furia a mi hijo y lo lastimo, discuto de manera fuerte y vulgar con mi pareja y afecto mi relación sentimental, trato mal a mi jefe y pierdo mi empleo, me voy a las manos con alguien y lastimo a la persona o salgo lastimado, etc. Es decir que para estar bien conmigo mismo y con los demás debo preguntarme por qué me enojo y cuáles son aquellas cosas que causan malestar en mi psiquis y perturban mí tranquilidad.

El enojo, como el miedo y el amor, entre otros afectos, me permiten ser un humano del común. El enojo quiere decir que siento como sienten los demás. Pero debo hacer el ejercicio racional de saber qué cosas me molestan para mantener bajo control un afecto, que como los demás afectos, si se desborda, y no es controlado por la razón, es destructivo y aniquila.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre Nuestra Esencia con el Sabio Shakespeare

¿Quién era Shakespeare? ¿Un humano o un dios? Un humano enorme, que fue capaz de ahondar en las más profundas regiones del alma humana. Podríamos decir de él que es un semidiós. Solo uno de la estirpe divina es capaz de detallar de manera tan profunda y tan exacta al ser humano. ¿Cómo puede un mísero mortal conocer al Hombre? Conociéndose a sí mismo. Escudriñando en los meandros más recónditos y escondidos de su alma. Solo así podrá pretender conocer a los demás.

En una de sus más grandes tragedias, “El Rey Lear”, en el momento en que el protagonista presencia a un harapiento y sucio mendigo en una cueva, mientras afuera arrecia un fuerte temporal, pronuncia la siguiente frase: Tú eres el ser humano mismo. El hombre, sin las comodidades de la civilización, no es más que un pobre animal desnudo como tú. ¿Qué eres? ¿Qué soy? ¿Qué somos? El magno Shakespeare nos dice que, libres de las comodidades de la civilización, somos un animal desnudo. Cubrimos nuestros cuerpos con vestidos ¿Somos la ropa que portamos?, nos comunicamos por nuestros teléfonos móviles ¿Somos la tecnología que poseemos?, vivimos en apartamentos con lujos de ensueño ¿Somos el estrato que habitamos?, estudiamos para alcanzar un título profesional ¿Somos el cartón que nos certifica? ¿Qué somos? Si se nos quitan las cosas exteriores a nosotros ¿Qué queda? ¿Qué sería del monarca de una nación sin su cetro, ni su trono, ni su reino? ¿Qué sería del más grande empresario sin su empresa, ni sus millones, ni sus lujos? ¿Qué sería de la reina de belleza o de la supermodelo sin las cirugías, el maquillaje o los salones de belleza? ¿Qué es el Hombre? Desde la reflexión filosófica me atrevo a aventurar que el Hombre es una región vedada para sí mismo. Existen puntos, de la recta infinita, que son infinitos, (e, pi, fi ). Un punto infinito, eso es el Hombre.

Hemos desafiado la naturaleza y la hemos alterado. Excepto el Hombre, ningún animal usa ropas; excepto el Hombre, ningún animal elige profesión; excepto el Hombre, ningún animal acumula riquezas. En la condición del animal está adaptarse a la naturaleza, en la condición del Hombre está adaptar la naturaleza a él. El animal es complejo y sin embargo frente a nosotros parece simple, ya que la complejidad del Hombre se acerca al infinito. Nos creemos dueños de la naturaleza, y por nuestra arrogancia la estamos destruyendo. Lo escribimos en la Biblia. Dice el Génesis: “Y dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra... y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.” ¿En qué momento dejamos de sentirnos parte de la naturaleza? ¿En qué momento nos autoproclamamos dueños del planeta? Hemos desplazado las especies de su hábitat y eliminado algunas de ellas, hemos acabado con los bosques, hemos ensuciado los ríos. Si supiéramos lo que somos, de seguro nos adaptaríamos a la naturaleza y viviríamos en comunión con ella. Lo hacen las tribus indígenas que viven en las selvas o los bosques, pero nos hemos llenado de lujos innecesarios que han transformado nuestra visión del mundo. ¿Qué seríamos sin los adornos que nos cubren? Lo dijo el gran Shakespeare, libres de las comodidades de la civilización, seríamos un animal desnudo. Somos un animal frágil que necesita de las arandelas superficiales, que nos adornan, para ser felices y fuertes. Sin esas arandelas ¿Qué somos? ¿No queda nada? Sí. Queda un animal desnudo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Muerte con el Sabio Epicteto

El Estoicismo es uno de los grandes descubrimientos de la humanidad y una de las mejores propuestas para una vida feliz. Su anhelo es la sabiduría, su búsqueda la serenidad. La vida humana es una batalla contra el infortunio, el estoicismo, la armadura que nos protege.

Epicteto, en su Manual de Vida o Enchiridion, nos regala un pensamiento que a ojos de muchos podría ser cruel y despiadado, pero a ojos de la razón es real, es objetivo, y la razón es el camino que nos conduce a la serenidad y a la sabiduría. Su pensamiento dice así: Recordemos, por ejemplo, que cuando abrazamos a nuestro hijo, nuestro esposo o esposa, estamos abrazando a un mortal. Así, si alguno de ellos hubiere de morir, lo soportaríamos con serenidad. ¡Sabio Maestro! Palabras duras, en apariencia crueles, pero reales. Es un hecho. Todos vamos a morir. ¡Todos! No solamente nosotros, sino  también aquellos a quienes amamos. Y, lo más probable, es que veamos morir a nuestros seres queridos. ¿Estamos preparados? ¿Cómo prepararnos? El estoicismo, en boca de Epicteto, nos da las claves: Cuando algo ocurre, lo único que está en nuestro poder es nuestra actitud hacia ese suceso; podemos aceptarlo o rechazarlo. Lo que realmente nos atemoriza y desconsuela no son los acontecimientos en sí mismos, sino la forma como pensamos en ellos... No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos elegir la forma como respondemos a ellas. Si somos conscientes de que hay hechos que son inevitables, aprenderemos a vivir con ellos. ¿Por qué frente a algunos hechos inevitables no nos atemorizamos? ¿Te da temor defecar en las mañanas? ¿Sientes temor de que tus seres queridos defequen? ¿Te da temor sentir hambre o que tus seres amados la sientan? ¿Sientes temor de dormir o que tu familia duerma? ¡No!, ¿cierto? Aquellas cosas son inevitables, pero vivimos con ellas cotidianamente y las aceptamos. La muerte es un proceso natural como natural es nacer, comer, dormir, respirar, enamorarnos o evacuar nuestra vejiga o nuestros intestinos. Si hacemos uso de la razón, herramienta que nos sugieren los Estoicos, trataremos de cambiar la manera como pensamos de aquellas cosas que nos entristecen o atemorizan y comenzaremos a verlas de manera diferente. No se trata de ser resignados ante todo. Únicamente ante lo inevitable. Frente a aquellas cosas que suceden y que está en mí poder darles un giro para que vayan a buen puerto, debo hacer lo posible para que ello ocurra. Pero ante lo inevitable, ni modo. Solo nos queda la serenidad del espíritu para vivir sin afectaciones graves que se salgan de control. La muerte ocurre. La mía, la de mis padres, la de mis hijos, la de mi cónyuge o mis amigos y debo verla como algo natural, que pasa, ha pasado y pasará. Y cuando ello ocurra, debo saber que pronto a mí me tocará y estaré igualmente yaciendo en la caja de madera, y, simplemente, dejaré de ser y me fundiré en la nada.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Muerte con el Sabio Séneca

El Sabio Séneca, que hace reflexiones que alimentan el espíritu más que el intelecto, el que nos regocija en nuestro interior, nos enseña constantemente a no temer a la muerte. El no sintió temor en su momento final (como pocos grandes Hombres) y aplicó triple suicidio, por orden del emperador Nerón, (era la sentencia en la época) sabiendo que con uno bastaba.

En su tragedia Las Troyanas, por boca de Helena, dice: deseable muerte es morir sin temor de la muerte. ¡Qué gran Maestro! Tememos a la muerte, es un hecho. Eludimos su recuerdo en nuestras conversaciones. La evitamos en nuestro pensamiento y su sola mención nos aterroriza. Aun cuando alguien anciano está por irse, no lo aceptamos sabiendo que es natural que ocurra. ¡La muerte!, que tema tan difícil. Pero ahí están los Sabios para nutrirnos con su Sabiduría. En esta ocasión es Séneca, quien nos dice que es deseable morir sin temor de la muerte. ¿Deseable morir? Sí, ¡deseable morir! Y no es una invitación al suicidio. No. Es una reflexión sobre la vida y sobre la belleza de la existencia. Existe un proceso natural (biológico o fisicoquímico) que se llama vida. Y este proceso es finito, es decir tiene principio y final. Si nos ponemos a pensar, no somos conscientes de nuestro nacimiento y, si somos más profundos, tampoco de nuestra muerte, ¿o es que alguien es consciente del instante en que se queda dormido? Sabemos, cuando nos acostamos, que nos vamos a quedar dormidos, pero no sabemos el momento exacto en que ocurre. Y cuando estamos dormidos,  no sabemos que dormimos. Somos conscientes del acto de dormir antes y después, es decir en nuestro estado de vigilia. Lo mismo ocurre con la muerte. Somos conscientes de que va a ocurrir pero no sabemos en qué momento. Y cuando estemos muertos no vamos a saber que estamos muertos. El Sabio Epicuro, fundador del epicureísmo, enseñaba: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos.

La muerte es el origen de nuestras reflexiones filosóficas y también de nuestras religiones. Hay quienes dicen que el fenómeno de la muerte es el origen de Dios. La muerte da nacimiento al arte y a la ciencia. ¿Qué decir del primer libro conocido por la humanidad, el poema de Gilgamesh? Es una entera reflexión sobre la muerte. Cuando los dioses crearon a los Hombres decretaron que estaban destinados a morir. Si somos creyentes del Dios de los cristianos, asumimos que la Biblia es escrita por Él y que en ella están sus enseñanzas. En el libro sapiencial Eclesiastés dice: Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín... El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa de alegría. (Es palabra de Dios). Sócrates, en la apología escrita por Platón, dice que quien teme la muerte se cree sabio sin serlo, porque nadie sabe que hay después de morir, la vida eterna o la nada, y ninguna debe ser temible. Y entre los Sabios modernos tenemos enormes ejemplos. Uno de ellos, el enorme Einstein, enfermo de una hemorragia interna, rechazó la cirugía diciendo: Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia.Y murió a la edad de 76 años. Otro, el gigante Wittgenstein, enfermo de cáncer de próstata, rechazó el tratamiento y dijo a su médico que dijera a sus amigos: Diles que mi vida fue maravillosa. Y murió a la edad de  62 años. Ya en sus escritos había dicho: Así, pues, en la muerte el mundo no cambia, sino cesa... La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive.

Si hacemos el ejercicio estoico de pensar de manera distinta a como lo hacemos, y ver lo trágico como natural, comenzaremos a ver la muerte como una compañera permanente y como una sabia consejera para tomar decisiones importantes en nuestra vida. Aprendamos de los sabios a ver la muerte, la nuestra y la de nuestros seres queridos, como un proceso natural para que cuando lleguemos al momento final no temamos sino que aceptemos que nuestra vida tiene un principio y un fin. Y ante la inmanencia de la muerte apreciemos la belleza del instante.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre el Acaecer del Mundo con el Sabio Espinosa

Spinoza, el místico filósofo, logra lo que muchos quieren alcanzar, comprender el mundo y nuestro lugar en él. Es, tal vez, el único que logra descifrar a Dios y, por descifrar a Dios, la incomprensión humana. Logra explicar en qué consiste ser un humano en la naturaleza y en el tiempo. Se adelantó a los conceptos psicoanalíticos de Freud y a los conceptos relativistas de Einstein. Se adelantó al tiempo.

En el capítulo XXXII del apéndice de la parte cuarta de su “Ética demostrada según el orden geométrico” dice: No tenemos la potestad absoluta de amoldar según nuestra conveniencia las cosas exteriores a nosotros. Esta frase es la esencia del estoicismo. Spinoza se nutrió de los antiguos estoicos y, por lo tanto, de Epicteto, quien, en su Enchiridion, dice algo similar: La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Parece ser que la idea de Epicteto se adapta a la época del racionalismo filosófico en boca de Spinoza. Ambos racionalistas, y desde la seguridad de la razón, nos dicen que no todo en este mundo depende de nosotros. Hay cosas que ocurren y que se encuentran lejos del alcance de nuestra voluntad. El consejo de ambos es que, frente a estas situaciones, debemos soportar con entereza lo acaecido. No todo depende de mí y las cosas que no dependen de mí ocurren a menudo, es la naturaleza que actúa sin consideración, ni misericordia por nosotros los humanos. En la naturaleza no existe lo que es bueno o malo. Las cosas ocurren y punto. Somos los humanos los que juzgamos si está bien o está mal el hecho que ocurre de acuerdo a como nos afecta o beneficia. Y aquellas cosas que ocurren y nos afectan nos hacen reaccionar de manera contraria a como deberíamos, según la razón. Estamos arrojados en el mundo y frente a los hechos que ocurren en él. La naturaleza es inclemente y la existencia, una batalla por la persistencia. Somos seres frágiles a nivel físico y psíquico. Nuestra fortaleza es la razón. Esta nos dice que frente a lo inevitable debemos estar preparados, porque ocurre, ha ocurrido y ocurrirá, y resignados, porque nada podemos hacer. ¿Qué es mejor, dejarnos destruir por el infortunio o disfrutar de la efímera existencia? Si actuamos y pensamos acorde a la razón, lo mejor es disfrutar de la existencia sin dejarnos dominar por el temor o la angustia frente a la inclemencia del azar. Recordemos al Sabio Job que, frente a las tragedias que tuvo que afrontar (la perdida de todo lo que poseía, incluyendo su familia), nos dejó la maravillosa frase: “¿Si aceptamos de Dios lo bueno, porqué no aceptamos también lo malo?”


Actuemos de manera racional. Tengamos presente que el mundo acaece y que los acontecimientos, simplemente, son. Que soy yo el que los juzga de acuerdo a mi pensamiento. Que si comienzo a pensar de forma diferente, simplemente seré un observador de los hechos y no alguien a quien los hechos afectan de manera brutal. Que el mundo no depende de mí, sino que soy yo quien depende del mundo. Que hago parte del mundo y del acontecer del mundo. Que soy un punto de la recta y que nunca podré abordar la totalidad de la recta (la recta es el tiempo). Que soy un instante en la eternidad. Que soy un grano de arena en el desierto, un segundo en el milenio, una gota de agua en el mar o un átomo en el universo. Que soy causa y soy efecto. Que soy parte del engranaje de la existencia. Que hago parte del todo.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre las Reacciones con el Sabio Don Quijote

Dicen que Don Quijote es un loco. Creo que en el mundo debería haber más personas como Hamlet o El Quijote. Personas comprometidas consigo mismas en ser diferentes del común y en enseñar a los demás, con sus acciones y sus pensamientos, que el mundo no es como lo ve la mayoría si no que puede ser distinto.

En el capítulo XIV del segundo libro dice Sancho, escudero de Don Quijote, al Caballero del  Bosque lo siguiente: “...aunque lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie... Esta vez es Sancho quien nos sorprende con su sabiduría. “Nadie sabe el alma de nadie.” ¿Qué nos quiere decir el fiel escudero del Ingenioso Hidalgo? Si nadie sabe el alma de nadie quiere decir que nuestras almas son distintas, ya que si fueran iguales, yo sabría el alma de los demás porque serían como la mía. Pero como nuestras almas son distintas, entonces hay diversidad de pareceres, caracteres, actitudes, y al haber diversidad, debe haber almas muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas, es decir una gama amplia de comportamientos. Y por ser el alma la suma de aquel mundo interior que me hace ser lo que soy, (es decir miedos, anhelos, ilusiones, deseos, temores, acciones, pensamientos, etc.) y mis caracteres físicos lo que los demás perciben de manera directa (es decir mi exterior), por eso es más difícil conocer el alma. Por eso nadie sabe el alma de nadie. Mi interior es impenetrable. Solo es dado a conocer a los demás por medio de la conversación o por medio de mis acciones (y solo lo podrá hacer una persona que sepa interpretar el lenguaje). Es por eso que Sancho manifiesta que es mejor dejar dormir su cólera a cada uno, porque no sabemos cómo va a reaccionar cada persona. Hay temperamentos calmados que en un momento de acorralamiento estallan en un desbordamiento destructivo de ira o hay temperamentos tempestuosos que simplemente reaccionan de la manera a que todos están acostumbrados y el asunto pasa sin desmanes. Además la frase de Sancho nos enseña que desconocer el alma de los otros es no saber el por qué de sus reacciones. Y si no sabemos el por qué de sus reacciones no debemos entrar a hacer juicios de sus actos. No todo el mundo va a reaccionar de la manera que yo lo hago y no tengo por qué pensar que la manera en que yo reacciono a determinada situación es la manera en que todos deberían reaccionar.


El mundo es diverso y algunos dicen que es el mejor de los mundos posibles (Leibniz), que si el mundo fuera de una sola tonalidad sería un mundo aburrido. Es por eso que debemos aprender a soportar y  tolerar a los demás. Y, si tengo un poco de paciencia, a conocerlos y comprenderlos. En cada una de las personas hay un universo por explorar y en esta exploración se dan las diferentes relaciones que son la esencia del mundo natural y social.