El
Sabio Séneca, que hace reflexiones que alimentan el espíritu más que el
intelecto, el que nos regocija en nuestro interior, nos enseña constantemente a
no temer a la muerte. El no sintió temor en su momento final (como pocos
grandes Hombres) y aplicó triple suicidio, por orden del emperador Nerón, (era
la sentencia en la época) sabiendo que con uno bastaba.
En
su tragedia Las Troyanas, por boca de Helena, dice: “deseable muerte es morir sin temor de la muerte.” ¡Qué gran
Maestro! Tememos a la muerte, es un hecho. Eludimos su recuerdo en nuestras
conversaciones. La evitamos en nuestro pensamiento y su sola mención nos
aterroriza. Aun cuando alguien anciano está por irse, no lo aceptamos sabiendo
que es natural que ocurra. ¡La muerte!, que tema tan difícil. Pero ahí están
los Sabios para nutrirnos con su Sabiduría. En esta ocasión es Séneca, quien
nos dice que es deseable morir sin temor de la muerte. ¿Deseable morir? Sí, ¡deseable morir! Y no es una invitación al
suicidio. No. Es una reflexión sobre la vida y sobre la belleza de la
existencia. Existe un proceso natural (biológico o fisicoquímico) que se
llama vida. Y este proceso es finito, es decir tiene principio y final. Si nos
ponemos a pensar, no somos conscientes de nuestro nacimiento y, si somos más
profundos, tampoco de nuestra muerte, ¿o es que alguien es consciente del
instante en que se queda dormido? Sabemos, cuando nos acostamos, que nos vamos
a quedar dormidos, pero no sabemos el momento exacto en que ocurre. Y cuando
estamos dormidos, no sabemos que dormimos.
Somos conscientes del acto de dormir antes y después, es decir en nuestro
estado de vigilia. Lo mismo ocurre con la muerte. Somos conscientes de que va a
ocurrir pero no sabemos en qué momento. Y cuando estemos muertos no vamos a
saber que estamos muertos. El Sabio Epicuro, fundador del epicureísmo, enseñaba:
“Acostúmbrate a pensar que la muerte
nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la
muerte es privación de los sentidos.”
La
muerte es el origen de nuestras reflexiones filosóficas y también de nuestras religiones.
Hay quienes dicen que el fenómeno de la muerte es el origen de Dios. La muerte
da nacimiento al arte y a la ciencia. ¿Qué decir del primer libro conocido por
la humanidad, el poema de Gilgamesh? Es una entera reflexión sobre la muerte. “Cuando los dioses crearon a los Hombres
decretaron que estaban destinados a morir.” Si somos creyentes del Dios
de los cristianos, asumimos que la Biblia es escrita por Él y que en ella están
sus enseñanzas. En el libro sapiencial Eclesiastés dice: “Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín... El corazón de
los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa
de alegría.” (Es palabra de Dios). Sócrates, en la apología escrita por
Platón, dice que quien teme la muerte se cree sabio sin serlo, porque nadie
sabe que hay después de morir, la vida eterna o la nada, y ninguna debe ser
temible. Y entre los Sabios modernos tenemos enormes ejemplos. Uno de ellos, el
enorme Einstein, enfermo de una hemorragia interna, rechazó la cirugía diciendo:
“Quiero
irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho
mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia.” Y
murió a la edad de 76 años. Otro, el gigante Wittgenstein, enfermo de cáncer de
próstata, rechazó el tratamiento y dijo a su médico que dijera a sus amigos: “Diles que mi vida fue maravillosa.”
Y murió a la edad de 62 años. Ya en sus
escritos había dicho: “Así, pues, en la muerte el
mundo no cambia, sino cesa... La muerte no es ningún acontecimiento de la vida.
La muerte no se vive.”
Si hacemos el ejercicio estoico de pensar de manera distinta a como lo hacemos, y ver
lo trágico como natural, comenzaremos a ver la muerte como una compañera
permanente y como una sabia consejera para tomar decisiones importantes en
nuestra vida. Aprendamos de los sabios a ver la muerte, la nuestra y la de
nuestros seres queridos, como un proceso natural para que cuando lleguemos al
momento final no temamos sino que aceptemos que nuestra vida tiene un principio
y un fin.
Y ante la inmanencia de la muerte apreciemos la belleza del instante.
La muerte es una de las cosas que no dependen de nosotros, yo como cristiano tengo la confianza en que después de mi muerte estaré en reposo hasta que Cristo venga y cumpla la promesa que ha hecho!...Esta muy interesante este tema, nos hace pensar en que debemos vivir diariamente como si fueran el ultimo día! :)
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