Uno
de los libros sapienciales en la Biblia es el libro de Job. De los setenta y
tantos libros que hay en el texto sagrado (la cantidad varía de acuerdo al
credo) es la subjetividad humana la que determina cuál es el preferido. Desde
mi subjetividad me atrevo a decir que dos libros comparten el primer lugar:
Eclesiastés y Job. ¡Qué sabiduría la que encierran estas obras maestras de la
literatura sapiencial! No por nada el personaje Job ha sido comparado con Edipo
rey, ¡dos héroes que soportan el peso del destino y la tiranía de los dioses!
Job
es un hombre que lo posee todo, riqueza material, filial y espiritual. Pero por
un convenio entre Yahvéh y Satán, en un
día, lo pierde todo y queda postrado en la inmundicia de su piel despellejada.
Aún así no reniega de su fe. Ante la increpación de su mujer, su sabia respuesta
es: "Si aceptamos de Dios el bien, ¿no
aceptaremos el mal?" (Job 2, 10) Somos seres limitados que no comprendemos el
sentido de la existencia. En la vida suceden eventos y somos nosotros los que
decidimos, de acuerdo a nuestro juicio, si aquello que nos sucede es algo bueno
o malo. Por ser efímeros y frágiles queremos que todo lo que nos suceda sea
siempre lo mejor. Nos gusta estar bien, ganar, recibir afecto y sentir placer.
Añoramos retornar al paraíso Bíblico del que fuimos expulsados pero se nos
olvida que no todo es placer, triunfo o afectividad. Las cosas tienen, al
menos, dos caras y no hemos aprendido a aceptar la contraria. Job nos enseña
que así como aceptamos (del azar, el destino o Dios) los placeres y triunfos, también
debemos aceptar los dolores y derrotas. Estos hacen parte de la vida y nos
sirven para recordar lo que somos y para fortalecer nuestro espíritu y carácter.
No podemos pretender que todo es alegría y desconocer la tristeza; que
todo es vida y desconocer la muerte; que todo es triunfo y desconocer la
derrota.
Todo lo que nos sucede hace parte de nuestra historia, de nuestra existencia y de nuestro vivir y, así no nos guste, debemos aceptarlo porque hace parte de nosotros. No tenemos ni idea qué va suceder o por qué sucede; solo debemos intentar hacer, lo mejor que podamos, aquello que está en nuestras manos y aceptar con resignación lo que se sale de los límites de nuestro designio.
Todo lo que nos sucede hace parte de nuestra historia, de nuestra existencia y de nuestro vivir y, así no nos guste, debemos aceptarlo porque hace parte de nosotros. No tenemos ni idea qué va suceder o por qué sucede; solo debemos intentar hacer, lo mejor que podamos, aquello que está en nuestras manos y aceptar con resignación lo que se sale de los límites de nuestro designio.
Y según mi subjetividad, opino que; las cosas malas que ocurren son para que aprendamos a valorar las buenas, no podríamos admirar lo bello del día si sólo existiese la oscuridad, ni lo bello del nacimiento de un bebé si todo fuera muerte. Para mi, si es Dios y lo que hace es demostrarnos de la mejor manera lo hermoso de su existencia pudiendo ver las cosas "no buenas" para apreciar las que nos dan alegría al corazón....
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