Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre los Infortunios con el Sabio Homero


Homero logró la inmortalidad. Las teorías científicas sobre el mundo cambian con los años, las detalladas descripciones sobre la conducta humana realizadas por Homero son perpetuas. Quien quiera comprender la conducta humana, y por ende a sí mismo, debe sumergirse en las letras oceánicas plasmadas por el Excelso y Sublime Homero.

En su enorme poema épico, Odisea, obra que relata las peripecias de Odiseo en su viaje de regreso a Ítaca, el protagonista dice a Anfínomo las siguientes palabras: No se figura el hombre que haya de padecer infortunios mientras las deidades le otorgan la felicidad y sus rodillas se mueven; pero cuando los bienaventurados dioses le mandan la desgracia, ha de cargar con ella mal de su grado, con ánimo paciente, pues es tal el pensamiento de los terrestres varones, que se muda según el día que les trae el padre de los Hombres y de los dioses. El Sabio observó la conducta humana y se pronunció. Aprendamos de él. “No se figura el hombre que haya de padecer infortunios mientras las deidades le otorgan la felicidad.” Mientras estamos bien no imaginamos que nos pueda llegar la desventura. Si somos afortunados pensamos que la fortuna es para siempre y resulta que la fortuna es inestable, y viene y va, como el vaivén de las olas. A veces estamos bien y a veces no. Unos días son felices y otros tristes. Alguna vez celebramos el nacimiento y otra lamentamos el fallecimiento. Algún día nos corresponde celebrar un triunfo y otras veces la derrota. Así es la vida. No todo es dicha y fortuna, también hay desdicha e infortunio. “Pero cuando los bienaventurados dioses le mandan la desgracia, ha de cargar con ella mal de su grado, con ánimo paciente.” Cuando nos corresponde el infortunio, no nos queda otra que aceptarlo, hace parte de la vida y estamos condenados a los caprichos del azar, porque es parte de la estructura de la existencia. Recordemos que las cosas pasan sin finalidad alguna. Simplemente el mundo acaece y nos afecta, en mayor o menor grado, de acuerdo a la cercanía o lejanía del evento. Si de antemano sabemos que nos toca el infortunio o la desdicha, estaremos prevenidos para cuando tal suceso ocurra, y no será tan terrible. Es decir, si en este momento tienes empleo, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que lo puedas perder. Si tienes a tus padres vivos, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que los veas morir. Si tienes pareja, existe la posibilidad, por condición de la existencia, que la relación termine. Y así... Por eso debemos soportar con ánimo paciente. El dolor causado por una perdida no es eterno, con el tiempo se mitiga. Al final de nuestra vida solo tendremos en la memoria el recuerdo de todas las situaciones vividas en nuestra historia personal y eso que experimentamos es el diario vivir de todos aquellos que compartimos el misterioso y fascinante viaje de la existencia. Somos hermanos en la tristeza y en la alegría, en el dolor y en el placer, en la fortuna y en la desdicha.

Me tocó existir, yo no elegí nacer, pero, ya existente, lo mejor es aprender de aquellos Sabios que se atrevieron a contemplar el mundo, a descifrarlo y a enseñarnos a los demás cómo es el mejor modo de afrontar el efímero lapso de vida que ocupamos en el planeta. ¿Quién mejor que Homero que fue capaz de percibir lo que somos y de plasmarlo en las letras eternas de su inmortal obra?

sábado, 22 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre lo que nos Afecta con el Sabio Epicteto


Nuestros sentidos son la herramienta para percibir el mundo; la ciencia, la herramienta para explicarlo; la filosofía, la herramienta para comprenderlo. El mundo existe y el filósofo lo contempla. En su contemplación, y mirar detallado y profundo, el filósofo ve lo que los demás no: el mundo al desnudo. Las personas percibimos el mundo con lentes de colores que lo adornan y maquillan, el filósofo lo observa tal como es. Las personas percibimos fantasías, el filósofo realidades. Epicteto, gran filósofo, observó el proceder humano y lo comprendió, nos transmitió su comprensión con sabiduría y, sordos, seguimos sin atenderlo.

En su Enchiridion, libro filosófico que quedó para la posteridad, nos dice: Las cosas en sí no nos lastiman, ni entorpecen nuestra vida. Tampoco los demás lo hacen. Pero la forma como los percibimos es otro asunto; son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas. El Gran Sabio se ha pronunciado. El suceder de las cosas o personas, es decir los hechos, no nos lastiman, lo que nos lastima son nuestras reacciones hacia ellos. El mundo está ahí tal como es, nosotros lo percibimos y nos afectamos de acuerdo a como vemos o pensemos los sucesos. El mundo no nos afecta, nos afecta lo que pensamos de él. ¿Qué quiere decir esto? Parece contrario a lo que normalmente pensamos. Entonces ¿Cómo debo reaccionar si ocurre un evento que afecta a un ser querido, por ejemplo un accidente mortal? ¿O un despido? ¿O una ruptura? ¿O una pérdida? Precisamente eso es lo que nos quiere decir el sabio. El universo, la naturaleza, el mundo, acaece, sucede y punto. No hay finalidad alguna en el transcurrir de los hechos. Las cosas no ocurren con una intención, simplemente ocurren. Somos nosotros los que le damos sentido y le buscamos finalidad a los sucesos del mundo. Ahí es donde entra el sabio y nos dice que es nuestra actitud frente al mundo la que nos causa problemas. ¿Cómo así? Nuestra actitud frente al mundo, es decir la forma como asumimos los hechos del mundo y la manera como reaccionamos frente a ellos. Si estamos acostumbrados a algo y de repente nos lo quitan (objeto, empleo, pareja, familia) nos aqueja la angustia, la desazón, el temor. Si nuestra actitud es pesimista diremos: “¿por qué me sucede esto a mí?, ¿será un castigo del cielo?, ¿Qué habré hecho mal para merecerlo?”, O podemos decir: “es voluntad de Dios para enseñarnos como actuar y qué esperar de la vida.” O tal vez: “Si así sucedió es porque no me convenía y ya vendrá algo mejor, Dios sabe como hace sus cosas.” Sea cual sea nuestra actitud, le buscamos sentido y finalidad a los hechos, lo necesitamos para creer que comprendemos el mundo y la existencia. Pero no, los hechos ocurren y ya. El mundo es complejo y pasa. Si aprendemos a observar, como observaron los antiguos sabios, aceptaremos que las cosas suceden y que si ocurren cerca de mí me veré afectado. No es lo mismo un terremoto en un país lejano que en la ciudad que habito. ¿Cómo voy a afectarme? De acuerdo a mi pensamiento y mi subjetividad. Es ahí donde debo entrenar mi intelecto. Si comienzo a aceptar que el mundo es como es, que a diario ocurren cosas y que esas cosas me van a beneficiar o a perjudicar, entonces estaré preparado para cuando sucedan y lo que antes me parecía terrible pues simplemente lo recibiré como una posibilidad dentro de las tantas posibilidades que a diario me acechan. Si experimento una acción que considero mala y la percibo en el instante, me angustiará mucho, ya que la estoy viviendo en ese instante. Pero si en el momento que me ocurre me substraigo a la realidad y la contemplo en el tiempo y me adelanto unos años, me doy cuenta que el dolor, la angustia o la afectación cederá, entonces la experimento menos angustiosa ya que se que existía la posibilidad de que ocurriera y que con el tiempo la asimilaré. No son las cosas las que me afectan sino lo que pienso de ellas.

Si aprendo a ver el mundo como es, no me veré afectado por el mundo. Es difícil de comprender esta enseñanza del sabio Epicteto, pero es verdad. Creemos que una pérdida es terrible, pero si comprendemos que las pérdidas ocurren, cuando ocurra no se verá tan terrible, sino que se asimilará como parte del proceso de la existencia y como parte del acaecer del mundo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre lo que Decimos con el Sabio Séneca


Séneca fue un gran filósofo. Se nutrió de la filosofía griega y la aplicó a su vida. Sus enseñanzas son acordes a la sabiduría. Reflexionó sobre la condición humana y el infortunio y pensó que la razón estaba en nosotros para resistir la fortuna y el azar. Pensaba que la sabiduría debía encaminar al Hombre a la virtud y trató de ser virtuoso. Su muerte es un ejemplo de la actitud del sabio ante la certeza del final de la existencia humana.

En su tragedia Medea, en diálogo entre Medea y su nodriza, y ante el desespero por la noticia del inminente matrimonio de su esposo con otra mujer, la nodriza le dice: Pon freno a tus palabras; no desatines, no amenaces; amengua tu coraje... Sabia enseñanza que todos debemos aprender. Estamos hechos de lenguaje y la mayor manifestación de nuestro lenguaje es la palabra. Nuestra mente trabaja con el lenguaje y cuando pensamos lo hacemos por medio de las palabras. La palabra, o mejor el lenguaje, es nuestra esencia. Con la palabra se hiere o se sana. Una palabra puede construir o destruir. “Pon freno a tus palabras.” Si en un momento de ira e intenso malestar vas a ofender o lastimar, mejor pon freno a tus palabras, si las dices en ese momento podrías arrepentirte luego. Después de pronunciada la palabra no se puede borrar, queda en la memoria de la persona que la escuchó y una palabra puede hacer mucho daño. Es mejor callar y hablar luego, con calma y serenidad y sin el ánimo de lastimar. Si se quieren decir los errores de la otra persona se puede hacer de manera decente con el ánimo de corregir mas no de ofender. “Amengua tu coraje”, refrena tu ira, amansa tu ímpetu. La rabia es un acto irracional y la irracionalidad comete múltiples errores. La serenidad del espíritu es un acto racional y la racionalidad trae múltiples beneficios. Séneca decía que la racionalidad era lo que más nos emparentaba con la divinidad.

Cuando sintamos rabia contra otra persona está en nosotros la capacidad de refrenar los ímpetus desbordados para no lastimar ya que las palabras generan acciones y una acción física producida por la ira puede lesionar. En nosotros está la capacidad de detener, refrenar, amainar el coraje, ira o rabia, para actuar de manera serena frente a la irracionalidad ajena y ser ejemplo de actuar acorde a la razón. Si la ira no se controla o canaliza es una fuerza destructiva como el río  que cuando arremete y se desborda destruye vidas y arrasa cultivos.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre el Error con el Sabio Spinoza


Spinoza logró ver. Abrió el intelecto al mundo y vio. Nosotros no percibimos la realidad tal como es sino que vemos fantasmas de la realidad, sombras, ilusiones que se forjan en nuestra mente. Spinoza logró develar el mundo y percibir la realidad tal cual. Nosotros no hemos querido aprender de él. Somos ciegos, felices en la oscuridad, ignorantes de la luz que despreciamos. Somos felices viendo el punto, ignorantes de la recta; somos felices viendo el instante, ignorantes de la eternidad. (No la eternidad temporal sino la intemporal).

En el libro supremo “Ética demostrada según el orden geométrico”, parte cuarta, escolio de la proposición LIV, dice: “...es inevitable que los Hombres pequen... “Es inevitable”, es decir “no podemos evitar”, y si no se puede evitar quiere decir que está en la naturaleza, esencia o estructura de la cosa, que ocurra. Spinoza nos dice, con su sabiduría, que el error hace parte de la naturaleza humana. Es inevitable que nos equivoquemos. Es inevitable que pequemos, entendiendo por pecado aquellas cosas contrarias a lo moralmente establecido, a la costumbre social. Los seres humanos actuamos cada instante y nuestras acciones vienen guiadas desde nuestro interior. Actuamos por impulso o por decisión. Muchas de esas acciones afectan el mundo a mí alrededor. Algunos efectos son contraproducentes y otros son benéficos, ya sea para mí o los demás. Pero el hecho de que el error sea inevitable no quiere decir que no podamos reducirlo al máximo. El hecho de que el error haga parte de nuestra esencia no quiere decir que la previsión esté ausente. El error existe porque existe el acto impulsivo, la previsión existe porque existe el acto racional. No porque el error sea esencial al ser humano quiere decir que debamos cometer el máximo de errores y los más graves, no. Quiere decir que como el error hace parte de la estructura del ser humano debemos tener presente la gradación y debemos tratar de mantenerlo en el menor grado posible de su existencia. Estamos equipados con la razón que puede mantener en su menor estado posible nuestras acciones erróneas. Al igual que el error, la razón también es parte de nuestra estructura y también viene graduada, por tanto debemos tratar de tenerla en el mayor grado posible de su existencia.


Si el error hace parte del ser humano quiere decir también que debemos tolerar a las personas ya que el error está presente en su estructura. Lo que no debemos perdonar es que se cometa el mismo error de manera constante ya que la razón nos da la capacidad de aprender de las acciones cometidas y de mejorar constantemente como personas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre la Hechicería con el Sabio Don Quijote


Hay libros infinitos. El Quijote es uno de ellos. Un libro infinito es un libro que contiene todo lo humano. El Quijote es un mapa del espíritu del Hombre. Un mapa muy detallado donde se muestran los más recónditos secretos de la psiquis. Ya decía Dostoievski Veréis en Don Quijote, en cada página, revelados los más arcanos secretos del alma humana.

Dice Don Quijote, en la primera parte en diálogo con el galeote: Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que le fuerce. Siempre ha existido el arte (por no decir embuste) de la brujería, la hechicería y la magia. Es milenario. Desde antiguo los Hombres han creído dominar la naturaleza y a sí mismos por medio de ritos y encantos. ¿Por qué? No sé. Lo que sé es que los Hombres son seres que tienen voluntad y que su voluntad se puede influir a través del convencimiento o la persuasión pero no a través de encantamientos ni hechizos. No es posible que se nos obligue a realizar actos que no queremos como a amar a alguien por medio de un hechizo, o que nos vaya mal en un negocio porque nos tienen rezados. Si nos  enamoramos de alguien y ese alguien no nos para bolas y vamos como unos bobos detrás de esa persona y caemos en el acoso, pues lo que eso dice de nosotros es que somos seres inmaduros para la vida ya que debemos ser conscientes de que no le vamos a gustar a todo el mundo y hay que aceptar el rechazo, pero los demás verán cómo nos humillamos y creerán que es un rezo que nos tiene atados. Si hemos fracasado en dos o tres negocios que hayamos iniciado, pues hemos fracasado simplemente por mala planeación nuestra y no porque alguien nos tenga envidia y nos haya mandado a hacer un rezo para atarnos. En la vida suceden muchas cosas y cada quien interpreta el mundo desde su psiquis o subjetividad. Si soy creyente en la posibilidad de encantamientos pues veré encantamientos por doquier y cuando algo me salga mal creeré que es fruto del encantamiento y no por mala planeación mía, es decir que difícilmente me veré responsable de mi fracaso. Es más fácil inventar teorías de envidia y ataduras que responsabilizarme de mis actos. Además la psiquis es tan fuerte que, si creo en brujería, corro el riesgo de que si alguien amenaza con hacerme un rezo, y temo a los rezos, pues a partir de ahí comenzará a irme mal, pero no por culpa del rezo sino por mi temor al mal y desde mi interior mi miedo no me deja hacer lo que normalmente haría para realizar bien las cosas.

Dice Estanislao Zuleta, en su libro psicoanálisis y criminología, que el vudú funciona por cultura, porque se ha nacido en esa cultura y con esas creencias y es muy difícil desarraigar las costumbres. La brujería no afecta a quien no la cree, solo afecta al que cree en ella. Nuestro subconsciente es tan fuerte que si nos angustiamos podemos morir de angustia o de pena moral. Y los psicólogos y psiquiatras hablan de enfermedades psicosomáticas, es decir enfermedades causadas por la mente. Y los médicos curan ciertas enfermedades mediante placebos.

Creámosle a Don Quijote cuando dice que no hay hechizos que puedan mover y forzar nuestra voluntad. Vivamos creyendo que somos nuestra mente, es decir somos nuestro lenguaje y los contenidos de nuestro pensamiento. Nuestra vida se da de acuerdo a nuestro pensamiento. Si somos optimistas nos irá bien, si somos pesimistas nos irá mal ya que actuaremos en búsqueda de una meta o alejándonos de ella. Somos seres libres y debemos vivir como tal, es decir responsables de nuestras acciones. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre las Cosas y los Hechos con el Sabio Marco Aurelio



Marco Aurelio es considerado el emperador de la época del esplendor filosófico de roma. Hizo construir cuatro grandes escuelas de filosofía en Grecia. Su gobierno es equiparable al gobierno de Pericles en Grecia o al gobierno de Alfonso Diez, en España. Sus meditaciones filosóficas son inteligentes reflexiones que impregnan de sabiduría.

En sus meditaciones, libro XII, numeral diez, escribe: Ver qué son las cosas en sí mismas, analizándolas en su materia, en su causa, en su relación.” ¿Qué significa esta enseñanza del gran Marco Aurelio? El Sabio nos está diciendo que debemos aprender a ver las cosas como son. A veces observamos las cosas desde la perspectiva de nuestra imaginación. Acostumbramos a adornar las cosas con los ornatos de la subjetividad y le restamos visión a lo objetivo. ¿Qué son las cosas? Partamos del hecho de que en el mundo hay cosas que están fuera de mí y que las percibo. Pero si observamos de manera analítica estas cosas que están fuera de mí, nos damos cuenta que estas cosas no son solo lo que vemos aquí y ahora ya que hacen parte del entretejido de la humanidad. Siempre que vemos algo debemos saber que no vemos solo ese algo, sino que vemos el algo con lo demás, es decir no es solo la silla, sino la silla que es ergonómica, de color azul, que se encuentra en la sala al pie del escritorio del computador al lado izquierdo del televisor y además es la que se compró en una promoción del almacén donde venden muebles y que era la última que quedaba, pues las demás se habían vendido y que fue construida por un artesano chino que trabajó día y noche por un salario bajito y que fue enviada por barco a los comerciantes colombianos y que llegó al almacén en un camión y que... En efecto, las cosas no son solo cosas sino que hacen parte del entramado de la existencia.

Si todo eso hablamos de una cosa, en apariencia simple, como una silla, ¿Qué decir de un acto humano? Los hechos humanos son complejos porque lo humano es complejo. Un acto humano no es solo un acto sino una historia. Ante un hecho humano mira qué es el hecho en sí mismo, analízalo en su causa, en su relación; pregunta el por qué de su acaecer, con que se relaciona y qué se generó a partir de él.

El mundo existe y yo existo en él. Las cosas existen en el mundo y yo existo en relación con ellas. Yo hago parte de la existencia y hago parte del mundo y por lo tanto me relaciono con las cosas del mundo. Si soy capaz de ver qué son las cosas en sí, en su relación con las demás cosas y en su relación conmigo seré capaz de ver el mundo en su esencia. Me sabré parte del mundo y del entramado del mundo.  Comprenderé que las cosas suceden y que yo hago parte de los sucesos. Que mi vida, por larga o corta que sea, y los hechos, por simples o complejos que sean, hacen parte de un momento del todo. Me sabré un instante en la eternidad.

Gran Marco Aurelio, con tu filosofía nos incitas a ahondar en el mundo que observamos, viendo las cosas como son y no como queremos que sean. Con tu filosofía nos enseñas que las cosas no son solo cosas sino que hacen parte de un estado de cosas. Con tu filosofía nos enseñas que no hay solo cosas sino hechos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre la Aflicción con el Sabio Job


El patriarca Job es parecido a los grandes filósofos griegos anteriores a Sócrates. No parece un ricachón dedicado a los negocios del campo sino un hombre dedicado a contemplar la naturaleza humana. El libro de Job es un manual de filosofía, si se quiere de filosofía estoica, en el que encontramos verdades supremas que enseñan a quien las lee.

En diálogo con su amigo Elifaz de Temán, este le dice: No, no brota la iniquidad del polvo, ni germina del suelo la aflicción. Es el Hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo los hijos del relámpago. (Job 5,6) ¿Qué nos dice el libro de Job? Que la aflicción es causada por los humanos. La aflicción no nace de la tierra, es decir no es algo que esté en el mundo. La aflicción nace en el corazón del Hombre. Existen los Hombres, existe la aflicción. No existen los Hombres, no existe la aflicción. Solo hay aflicción donde hay Hombres. ¿Qué es la aflicción? Aflicción es aquello que sucede y nos aflige, es decir nos causa malestar físico, angustia, tristeza o molestia. ¿Por qué algo que sucede nos puede afligir? Porque somos nosotros quienes le damos importancia a los sucesos del mundo. El ser humano es un ser complejo. La complejidad humana reside en su psiquis. Ahí, internamente, está el por qué unas situaciones son más angustiosas que otras. Algunas personas temen la oscuridad, otras no. Algunas personas sienten nerviosismo frente a un público, otras no. Cada quien afronta el mundo de manera distinta. Cada quien le da significado a los hechos del mundo desde su propia experiencia. El Hombre engendra la aflicción, es decir es él quien realiza actos que afligen a otros y es él quien se aflige por las cosas que ocurren, humanas o no. Quiere decir el libro de Job que en nosotros está no sentir aflicción o reducir este sentimiento a su mínima expresión. El Hombre está condenado a los hechos del mundo. Y no todos los hechos son felices. Debo aprender a vivir con los hechos tristes y trágicos. De mí depende angustiarme ante cualquier situación que acaece o de mi depende aceptar que las cosas pasan como parte del orden natural de la existencia. En mí está elegir cómo quiero vivir mi vida en el corto lapso de la existencia humana.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre el Sufrimiento con el Sabio Eurípides

El Sabio Eurípides logró lo que pocos han logrado, retratar al Hombre tal como es. Contempló al ser humano y observó los detalles que nadie mas había visto y así pudo dejar un fiel retrato de lo que somos. Eurípides es el pintor de los afectos, el retratista del alma humana. Y, al ver lo que otros no, es reconocido como el padre de la psicología. Logró ahondar en los más profundos meandros de la psiquis humana.

En su obra Hipólito, ocurre algo que afecta la vida del protagonista. Su madrastra se enamora de él. Hipólito, joven virtuoso, la rechaza y ella se suicida y lo inculpa arguyendo violación. Finalmente llega la venganza del padre. Antes del suicidio, Fedra dialoga con su nodriza y ella le dice estas sabias palabras: Con calma y noble voluntad tolerarás mejor tu afección. Sufrir les resulta forzoso a los mortales. Una frase, del gran Eurípides, que se anticipa al estoicismo. Sufrir nos resulta forzoso. “La vida es sufrimiento”, reza la primera tesis del Budismo. Es un hecho, por existir, las afecciones hacen parte de nuestra vida. ¿Qué son las afecciones? Son aquellas cosas que pasan y que tienen que ver con nosotros. Algunas nos benefician, otras no. A diario vamos a presenciar afecciones ¿qué hacer frente a aquellas que nos afectan de manera fuerte? Aquello que nos afecta fuertemente, nos afecta precisamente porque en nuestra psiquis lo consideramos importante. ¿Por qué, a veces, lo que a otros afecta de manera fuerte a mí no me causa malestar? Precisamente porque para mí no es tan importante. Esto comprueba que las cosas no son graves o leves sino que yo las hago graves o leves de acuerdo a lo que pienso respecto de ellas. ¿Cómo pasar por la vida sin afectarme gravemente por los sucesos? Dice el sabio: con calma y buena voluntad toleraremos mejor nuestras afecciones. Lo que necesitamos es ejercitar nuestra paciencia. Anticiparnos de manera mental a las posibles situaciones que nos van a aquejar y estar ejercitando el reposo, la calma, para que cuando la afección llegue estemos preparados y actuemos de manera tranquila y aceptando la situación que, por ser humanos y estar vivos, es normal y siempre nos va a suceder.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Certeza con el Sabio Sófocles

Sófocles fue capaz de crear un personaje de la talla Bíblica de Moisés o Job: Edipo rey. La saga de Edipo es una historia, de esas pocas, en que se encuentra todo lo humano. Es una obra infinita e inagotable que se recrea y rehace con los años.

En su obra Antígona, en boca de Hemón, en diálogo con su padre Creonte, Sófocles nos dice: No hagas uso en tu fuero interno de una sola manera de ver las cosas, pensando concretamente que lo acertado es lo que tú afirmas y ninguna otra cosa más... Siempre los sabios enseñándonos a ser mejores con su sabiduría. ¡No veas las cosas de una sola manera! ¡No creas que solo lo tuyo es verdadero! Eso es lo que nos está diciendo el Sabio Sófocles. A veces cuando discutimos y nuestras ideas se ven cuestionadas, nos disgustamos y la discusión se torna acalorada. El disgusto ocurre por nuestra superficialidad de pensamiento que nos lleva a creer que lo que nosotros pensamos es lo único verdadero y que los que piensan como nosotros tienen la razón y los que piensan diferente están equivocados. Estamos hablando aquí del fenómeno de la certeza. ¿Qué es la certeza? Certeza es la adecuación de mis ideas acerca de las cosas y las cosas. Es decir que si yo digo árbol y en efecto es un árbol, entonces yo tengo certeza en mi lenguaje y en mi concepto acerca de la cosa. Si tengo certeza entonces digo la verdad. Cuando no tengo certeza en lo que digo quiere decir que ignoro en qué consiste la cosa y caigo en la mentira. En el mundo hay hechos, fenómenos, sucesos, y los seres humanos somos observadores del acaecer del mundo y además intérpretes de los fenómenos del mundo. Ciertos acontecimientos del mundo son verificables, otros no. Cuando los acontecimientos son verificables, no tiene sentido discutir. Si alguno de los que discute está equivocado, sencillamente se le muestra el suceso y listo, el otro debe entrar en razón y corregir su error y dar por hecho que acaba de aprender algo nuevo. Si el hecho que se discute no es verificable (alguna opinión o punto de vista personal con respecto a una idea o concepto) entonces debo entender que mis ideas son mis ideas y las ideas del otro son las ideas del otro. Debo intentar persuadir al otro con argumentos lógicos que traten de mostrar con claridad lo que pienso acerca de la idea que se habla. Pero si no logro persuadir debo, según Sófocles y el buen sentido común, comprender que así como yo defiendo mi idea el otro también tiene derecho a defender la suya, y que así como yo creo tener razón, el otro tiene el mismo derecho. Puedo estar errado en mis ideas acerca de algunas cosas. Lo importante es no pasar por encima de los demás y no dejar que pasen por encima de mí.

Muchas de las ideas que se tenían por ciertas han cambiado con los años. Según nuestros sentidos el Sol se desplaza por el cielo. Según la razón el movimiento es aparente ya que la que gira es la Tierra. Por defender aquello que hoy es verdad Giordano Bruno murió en la hoguera y Galileo Galilei tuvo que retractarse frente a la santa inquisición. Lo que yo considero hoy como verdad puede ser una mentira. ¿Qué certeza tengo de que lo es? ¿Estoy dispuesto a defender una ilusión? Debo sentar una posición con respecto a los fenómenos del mundo pero con la convicción de que esta es una de las tantas posibles interpretaciones acerca del mundo y que lo que hoy es una verdad aceptada, mañana puede ser un error histórico. No debo creer que yo tengo la razón y debo estar abierto a otras ideas.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre los Principios con el Sabio Esquilo

Si el enorme poeta y sabio Esquilo hubiese sido un personaje bíblico sería llamado profeta. En efecto, los tres grandes trágicos griegos están a la altura de los patriarcas bíblicos (¿O será al revés?). Con razón escribía el gran Nicolás Gómez Dávila, tal vez el más grande de los filósofos colombianos, en sus Notas: “Los clásicos griegos y la Biblia, leídos lentamente, con minuciosa atención, bastan para enseñarnos lo que la humanidad sabe de ella misma.”  

En su obra “Los siete contra Tebas”, en boca del coro, en respuesta al lamento de Eteocles, hijo de Edipo, frente a lo trágico del destino, Esquilo nos deja esta joya: No dejes que te empujen. Tú, un cobarde nunca serás llamado, si eliges bien tu vida. ¡Qué grande y qué ignorado! ¡Se necesita el temple de un semidiós para resistir los embistes del vulgo! ¿Elegir bien nuestra vida? ¿Qué significa? ¡Elegir!, ¡el gran dilema de la humanidad!. ¡La libertad en acción! ¡Ser o no ser, hacer o no hacer, esa es la cuestión! Lo que nos dice el gran sabio es que vivamos como seres libres, lejos de las presiones sociales que nos esclavizan. ¿Cuántas veces nos encontramos con personas que nos incitan a realizar cosas que no son de nuestro agrado? Reza un dicho popular colombiano: “un bobo empujado mata hasta a la mamá.” Si no tenemos un carácter fuerte, nos dejaremos llevar por un reto banal. Si nos dejamos llevar por un reto banal, tal vez lo lamentaremos después. "¡Ay! ¿No es capaz de tomarse un trago? Tan aburrido"; "¡Si no se fuma un porro es porque es un miedoso!"; "¿Usted no tiene amante? ¡Mínimo, la mujer lo domina!"; "Participe de este negocio, mire que nadie se va a dar cuenta"... y así ¡Cuántas adicciones, cuantos divorciados, cuantos presos! El mundo necesita de héroes fortalecidos en los principios que adoptaron para una vida recta y de héroes que adopten principios para la misma. 

¿Qué es una vida recta? Una vida recta es una vida ordenada según los principios de la razón. ¿Cuáles son estos principios? Me acuerdo de la frase de Einstein, en su escrito “mi visión del mundo”: “Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad... Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.” Y ¿Por qué no colocar al lado del gigante humanista físico, el gigante humanista músico?, Beethoven dijo algo parecido: “Hacer todo el bien que se pueda, amar la libertad ante todo y, aunque fuera por un trono, no traicionar nunca la verdad.” Si estos dos enormes hombres lograron lo que lograron con estos ideales, ¿Por qué no me podrían servir a mí? Hay que recordar que a Einstein le ofrecieron la presidencia del nuevo estado de Israel y la declinó diciendo: “La política es para el momento, pero una ecuación es para la eternidad.” Grandes hombres que fueron fieles a sus principios y hoy son ejemplo para nosotros.


Adoptemos principios fundamentados en la razón, fuertes sólidospara la vida. No importa lo que los demás nos digan, no importa que el vulgo nos dé la espalda, no importa que los frutos tarden e llegar o lleguen post mortem. Si somos fieles a unos buenos principios viviremos en paz y en armonía con los demás, con el mundo y, lo que es mejor, con nosotros mismos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre el Enojo con el Sabio Homero


Hace, más o menos, dos mil ochocientos años había un hombre ciego que se dedicaba a reflexionar las acciones humanas, se preguntaba por sus causas y miraba cuales debían ser las acciones correctas a realizar. Ese hombre era llamado poeta. Hoy es llamado el padre de la cultura occidental y padre de la literatura. Yo lo llamo el filósofo Homero.

En su enorme Ilíada, poema que relata la guerra de dos pueblos por la honra de un marido traicionado, hay un pasaje en el que Zeus envía un mensaje, con la diosa Iris, a la diosa Hera, e iris le pregunta a Hera: “¿Por qué en vuestro pecho el corazón se enfurece?” Homero pone en boca de una diosa a otra diosa estas palabras, pero en realidad son palabras dirigidas, eternamente, a los mortales. ¿Por qué se enfurece nuestro corazón? ¿Por qué nos enojamos? ¿Por qué sentimos rabia? Este es un sentimiento natural en los seres humanos. 

Recordemos que tenemos tres tipos de conductas inherentes a nosotros. Todos tenemos el deseo, el afecto y la razón. Por el deseo existe la especie humana; difícilmente naceríamos sin el deseo sexual, y el deseo nos hace alimentar e hidratar, sino moriríamos de hambre o sed. Sin los afectos difícilmente querríamos tener una pareja y cuidar nuestros hijos, y sin ellos no defenderíamos lo que nos pertenece: nuestro hogar, nuestra pareja, nuestra familia, nuestra dignidad, nuestras ideas. Sin la razón no hubiésemos inventado la tecnología que nos facilita la vida,  ni hubiésemos inventado teorías o modelos que explican el mundo, pero lo más importante, tampoco controlaríamos nuestros deseos y afectos, es decir que la razón es la responsable de que no destruyamos aquello que hemos logrado conseguir. Ella es el freno y equilibrio para las otras dos. La suma de estos tres tipos de conductas nos hace ser lo que somos: la compleja especie humana. Después de recordar lo anterior, nos enteramos que el enojo hace parte de nosotros. Lo que debemos hacer es preguntarnos por la causa de nuestro enojo ya que hay enojos necesarios y enojos innecesarios. El enojo está presente en nuestro ser, pero es la razón la que lo debe controlar. No todo enojo debe ser exteriorizado. Hay enojos menores que se deben controlar: el jarrón que quebró mi hijo pequeño porque no sabía que no debía cogerlo, el disgusto con mi pareja porque se le quemó el arroz, la molestia porque me perdí el capítulo de la serie que me gusta, en fin, aquellas cosas que no son trascendentes. Hay enojos que se deben exteriorizar porque de ellos depende que la vida siga su marcha normal: el malevo que quiere destruir a mi familia, el tramposo que inventa una situación para perjudicar mi empleo, la mentira que intenta destruir mi buen nombre. Pero este enojo, que me permite salvar la normalidad de mi vida, no debe ser un enojo descontrolado sino un enojo gobernado por la razón. El problema es cuando dejo que el enojo se salga de control: golpeo con furia a mi hijo y lo lastimo, discuto de manera fuerte y vulgar con mi pareja y afecto mi relación sentimental, trato mal a mi jefe y pierdo mi empleo, me voy a las manos con alguien y lastimo a la persona o salgo lastimado, etc. Es decir que para estar bien conmigo mismo y con los demás debo preguntarme por qué me enojo y cuáles son aquellas cosas que causan malestar en mi psiquis y perturban mí tranquilidad.

El enojo, como el miedo y el amor, entre otros afectos, me permiten ser un humano del común. El enojo quiere decir que siento como sienten los demás. Pero debo hacer el ejercicio racional de saber qué cosas me molestan para mantener bajo control un afecto, que como los demás afectos, si se desborda, y no es controlado por la razón, es destructivo y aniquila.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre Nuestra Esencia con el Sabio Shakespeare

¿Quién era Shakespeare? ¿Un humano o un dios? Un humano enorme, que fue capaz de ahondar en las más profundas regiones del alma humana. Podríamos decir de él que es un semidiós. Solo uno de la estirpe divina es capaz de detallar de manera tan profunda y tan exacta al ser humano. ¿Cómo puede un mísero mortal conocer al Hombre? Conociéndose a sí mismo. Escudriñando en los meandros más recónditos y escondidos de su alma. Solo así podrá pretender conocer a los demás.

En una de sus más grandes tragedias, “El Rey Lear”, en el momento en que el protagonista presencia a un harapiento y sucio mendigo en una cueva, mientras afuera arrecia un fuerte temporal, pronuncia la siguiente frase: Tú eres el ser humano mismo. El hombre, sin las comodidades de la civilización, no es más que un pobre animal desnudo como tú. ¿Qué eres? ¿Qué soy? ¿Qué somos? El magno Shakespeare nos dice que, libres de las comodidades de la civilización, somos un animal desnudo. Cubrimos nuestros cuerpos con vestidos ¿Somos la ropa que portamos?, nos comunicamos por nuestros teléfonos móviles ¿Somos la tecnología que poseemos?, vivimos en apartamentos con lujos de ensueño ¿Somos el estrato que habitamos?, estudiamos para alcanzar un título profesional ¿Somos el cartón que nos certifica? ¿Qué somos? Si se nos quitan las cosas exteriores a nosotros ¿Qué queda? ¿Qué sería del monarca de una nación sin su cetro, ni su trono, ni su reino? ¿Qué sería del más grande empresario sin su empresa, ni sus millones, ni sus lujos? ¿Qué sería de la reina de belleza o de la supermodelo sin las cirugías, el maquillaje o los salones de belleza? ¿Qué es el Hombre? Desde la reflexión filosófica me atrevo a aventurar que el Hombre es una región vedada para sí mismo. Existen puntos, de la recta infinita, que son infinitos, (e, pi, fi ). Un punto infinito, eso es el Hombre.

Hemos desafiado la naturaleza y la hemos alterado. Excepto el Hombre, ningún animal usa ropas; excepto el Hombre, ningún animal elige profesión; excepto el Hombre, ningún animal acumula riquezas. En la condición del animal está adaptarse a la naturaleza, en la condición del Hombre está adaptar la naturaleza a él. El animal es complejo y sin embargo frente a nosotros parece simple, ya que la complejidad del Hombre se acerca al infinito. Nos creemos dueños de la naturaleza, y por nuestra arrogancia la estamos destruyendo. Lo escribimos en la Biblia. Dice el Génesis: “Y dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra... y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.” ¿En qué momento dejamos de sentirnos parte de la naturaleza? ¿En qué momento nos autoproclamamos dueños del planeta? Hemos desplazado las especies de su hábitat y eliminado algunas de ellas, hemos acabado con los bosques, hemos ensuciado los ríos. Si supiéramos lo que somos, de seguro nos adaptaríamos a la naturaleza y viviríamos en comunión con ella. Lo hacen las tribus indígenas que viven en las selvas o los bosques, pero nos hemos llenado de lujos innecesarios que han transformado nuestra visión del mundo. ¿Qué seríamos sin los adornos que nos cubren? Lo dijo el gran Shakespeare, libres de las comodidades de la civilización, seríamos un animal desnudo. Somos un animal frágil que necesita de las arandelas superficiales, que nos adornan, para ser felices y fuertes. Sin esas arandelas ¿Qué somos? ¿No queda nada? Sí. Queda un animal desnudo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Muerte con el Sabio Epicteto

El Estoicismo es uno de los grandes descubrimientos de la humanidad y una de las mejores propuestas para una vida feliz. Su anhelo es la sabiduría, su búsqueda la serenidad. La vida humana es una batalla contra el infortunio, el estoicismo, la armadura que nos protege.

Epicteto, en su Manual de Vida o Enchiridion, nos regala un pensamiento que a ojos de muchos podría ser cruel y despiadado, pero a ojos de la razón es real, es objetivo, y la razón es el camino que nos conduce a la serenidad y a la sabiduría. Su pensamiento dice así: Recordemos, por ejemplo, que cuando abrazamos a nuestro hijo, nuestro esposo o esposa, estamos abrazando a un mortal. Así, si alguno de ellos hubiere de morir, lo soportaríamos con serenidad. ¡Sabio Maestro! Palabras duras, en apariencia crueles, pero reales. Es un hecho. Todos vamos a morir. ¡Todos! No solamente nosotros, sino  también aquellos a quienes amamos. Y, lo más probable, es que veamos morir a nuestros seres queridos. ¿Estamos preparados? ¿Cómo prepararnos? El estoicismo, en boca de Epicteto, nos da las claves: Cuando algo ocurre, lo único que está en nuestro poder es nuestra actitud hacia ese suceso; podemos aceptarlo o rechazarlo. Lo que realmente nos atemoriza y desconsuela no son los acontecimientos en sí mismos, sino la forma como pensamos en ellos... No podemos elegir nuestras circunstancias externas, pero siempre podemos elegir la forma como respondemos a ellas. Si somos conscientes de que hay hechos que son inevitables, aprenderemos a vivir con ellos. ¿Por qué frente a algunos hechos inevitables no nos atemorizamos? ¿Te da temor defecar en las mañanas? ¿Sientes temor de que tus seres queridos defequen? ¿Te da temor sentir hambre o que tus seres amados la sientan? ¿Sientes temor de dormir o que tu familia duerma? ¡No!, ¿cierto? Aquellas cosas son inevitables, pero vivimos con ellas cotidianamente y las aceptamos. La muerte es un proceso natural como natural es nacer, comer, dormir, respirar, enamorarnos o evacuar nuestra vejiga o nuestros intestinos. Si hacemos uso de la razón, herramienta que nos sugieren los Estoicos, trataremos de cambiar la manera como pensamos de aquellas cosas que nos entristecen o atemorizan y comenzaremos a verlas de manera diferente. No se trata de ser resignados ante todo. Únicamente ante lo inevitable. Frente a aquellas cosas que suceden y que está en mí poder darles un giro para que vayan a buen puerto, debo hacer lo posible para que ello ocurra. Pero ante lo inevitable, ni modo. Solo nos queda la serenidad del espíritu para vivir sin afectaciones graves que se salgan de control. La muerte ocurre. La mía, la de mis padres, la de mis hijos, la de mi cónyuge o mis amigos y debo verla como algo natural, que pasa, ha pasado y pasará. Y cuando ello ocurra, debo saber que pronto a mí me tocará y estaré igualmente yaciendo en la caja de madera, y, simplemente, dejaré de ser y me fundiré en la nada.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre la Muerte con el Sabio Séneca

El Sabio Séneca, que hace reflexiones que alimentan el espíritu más que el intelecto, el que nos regocija en nuestro interior, nos enseña constantemente a no temer a la muerte. El no sintió temor en su momento final (como pocos grandes Hombres) y aplicó triple suicidio, por orden del emperador Nerón, (era la sentencia en la época) sabiendo que con uno bastaba.

En su tragedia Las Troyanas, por boca de Helena, dice: deseable muerte es morir sin temor de la muerte. ¡Qué gran Maestro! Tememos a la muerte, es un hecho. Eludimos su recuerdo en nuestras conversaciones. La evitamos en nuestro pensamiento y su sola mención nos aterroriza. Aun cuando alguien anciano está por irse, no lo aceptamos sabiendo que es natural que ocurra. ¡La muerte!, que tema tan difícil. Pero ahí están los Sabios para nutrirnos con su Sabiduría. En esta ocasión es Séneca, quien nos dice que es deseable morir sin temor de la muerte. ¿Deseable morir? Sí, ¡deseable morir! Y no es una invitación al suicidio. No. Es una reflexión sobre la vida y sobre la belleza de la existencia. Existe un proceso natural (biológico o fisicoquímico) que se llama vida. Y este proceso es finito, es decir tiene principio y final. Si nos ponemos a pensar, no somos conscientes de nuestro nacimiento y, si somos más profundos, tampoco de nuestra muerte, ¿o es que alguien es consciente del instante en que se queda dormido? Sabemos, cuando nos acostamos, que nos vamos a quedar dormidos, pero no sabemos el momento exacto en que ocurre. Y cuando estamos dormidos,  no sabemos que dormimos. Somos conscientes del acto de dormir antes y después, es decir en nuestro estado de vigilia. Lo mismo ocurre con la muerte. Somos conscientes de que va a ocurrir pero no sabemos en qué momento. Y cuando estemos muertos no vamos a saber que estamos muertos. El Sabio Epicuro, fundador del epicureísmo, enseñaba: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos.

La muerte es el origen de nuestras reflexiones filosóficas y también de nuestras religiones. Hay quienes dicen que el fenómeno de la muerte es el origen de Dios. La muerte da nacimiento al arte y a la ciencia. ¿Qué decir del primer libro conocido por la humanidad, el poema de Gilgamesh? Es una entera reflexión sobre la muerte. Cuando los dioses crearon a los Hombres decretaron que estaban destinados a morir. Si somos creyentes del Dios de los cristianos, asumimos que la Biblia es escrita por Él y que en ella están sus enseñanzas. En el libro sapiencial Eclesiastés dice: Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín... El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón de los necios en la casa de alegría. (Es palabra de Dios). Sócrates, en la apología escrita por Platón, dice que quien teme la muerte se cree sabio sin serlo, porque nadie sabe que hay después de morir, la vida eterna o la nada, y ninguna debe ser temible. Y entre los Sabios modernos tenemos enormes ejemplos. Uno de ellos, el enorme Einstein, enfermo de una hemorragia interna, rechazó la cirugía diciendo: Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia.Y murió a la edad de 76 años. Otro, el gigante Wittgenstein, enfermo de cáncer de próstata, rechazó el tratamiento y dijo a su médico que dijera a sus amigos: Diles que mi vida fue maravillosa. Y murió a la edad de  62 años. Ya en sus escritos había dicho: Así, pues, en la muerte el mundo no cambia, sino cesa... La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive.

Si hacemos el ejercicio estoico de pensar de manera distinta a como lo hacemos, y ver lo trágico como natural, comenzaremos a ver la muerte como una compañera permanente y como una sabia consejera para tomar decisiones importantes en nuestra vida. Aprendamos de los sabios a ver la muerte, la nuestra y la de nuestros seres queridos, como un proceso natural para que cuando lleguemos al momento final no temamos sino que aceptemos que nuestra vida tiene un principio y un fin. Y ante la inmanencia de la muerte apreciemos la belleza del instante.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre el Acaecer del Mundo con el Sabio Espinosa

Spinoza, el místico filósofo, logra lo que muchos quieren alcanzar, comprender el mundo y nuestro lugar en él. Es, tal vez, el único que logra descifrar a Dios y, por descifrar a Dios, la incomprensión humana. Logra explicar en qué consiste ser un humano en la naturaleza y en el tiempo. Se adelantó a los conceptos psicoanalíticos de Freud y a los conceptos relativistas de Einstein. Se adelantó al tiempo.

En el capítulo XXXII del apéndice de la parte cuarta de su “Ética demostrada según el orden geométrico” dice: No tenemos la potestad absoluta de amoldar según nuestra conveniencia las cosas exteriores a nosotros. Esta frase es la esencia del estoicismo. Spinoza se nutrió de los antiguos estoicos y, por lo tanto, de Epicteto, quien, en su Enchiridion, dice algo similar: La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. Parece ser que la idea de Epicteto se adapta a la época del racionalismo filosófico en boca de Spinoza. Ambos racionalistas, y desde la seguridad de la razón, nos dicen que no todo en este mundo depende de nosotros. Hay cosas que ocurren y que se encuentran lejos del alcance de nuestra voluntad. El consejo de ambos es que, frente a estas situaciones, debemos soportar con entereza lo acaecido. No todo depende de mí y las cosas que no dependen de mí ocurren a menudo, es la naturaleza que actúa sin consideración, ni misericordia por nosotros los humanos. En la naturaleza no existe lo que es bueno o malo. Las cosas ocurren y punto. Somos los humanos los que juzgamos si está bien o está mal el hecho que ocurre de acuerdo a como nos afecta o beneficia. Y aquellas cosas que ocurren y nos afectan nos hacen reaccionar de manera contraria a como deberíamos, según la razón. Estamos arrojados en el mundo y frente a los hechos que ocurren en él. La naturaleza es inclemente y la existencia, una batalla por la persistencia. Somos seres frágiles a nivel físico y psíquico. Nuestra fortaleza es la razón. Esta nos dice que frente a lo inevitable debemos estar preparados, porque ocurre, ha ocurrido y ocurrirá, y resignados, porque nada podemos hacer. ¿Qué es mejor, dejarnos destruir por el infortunio o disfrutar de la efímera existencia? Si actuamos y pensamos acorde a la razón, lo mejor es disfrutar de la existencia sin dejarnos dominar por el temor o la angustia frente a la inclemencia del azar. Recordemos al Sabio Job que, frente a las tragedias que tuvo que afrontar (la perdida de todo lo que poseía, incluyendo su familia), nos dejó la maravillosa frase: “¿Si aceptamos de Dios lo bueno, porqué no aceptamos también lo malo?”


Actuemos de manera racional. Tengamos presente que el mundo acaece y que los acontecimientos, simplemente, son. Que soy yo el que los juzga de acuerdo a mi pensamiento. Que si comienzo a pensar de forma diferente, simplemente seré un observador de los hechos y no alguien a quien los hechos afectan de manera brutal. Que el mundo no depende de mí, sino que soy yo quien depende del mundo. Que hago parte del mundo y del acontecer del mundo. Que soy un punto de la recta y que nunca podré abordar la totalidad de la recta (la recta es el tiempo). Que soy un instante en la eternidad. Que soy un grano de arena en el desierto, un segundo en el milenio, una gota de agua en el mar o un átomo en el universo. Que soy causa y soy efecto. Que soy parte del engranaje de la existencia. Que hago parte del todo.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Reflexionando Sobre las Reacciones con el Sabio Don Quijote

Dicen que Don Quijote es un loco. Creo que en el mundo debería haber más personas como Hamlet o El Quijote. Personas comprometidas consigo mismas en ser diferentes del común y en enseñar a los demás, con sus acciones y sus pensamientos, que el mundo no es como lo ve la mayoría si no que puede ser distinto.

En el capítulo XIV del segundo libro dice Sancho, escudero de Don Quijote, al Caballero del  Bosque lo siguiente: “...aunque lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie... Esta vez es Sancho quien nos sorprende con su sabiduría. “Nadie sabe el alma de nadie.” ¿Qué nos quiere decir el fiel escudero del Ingenioso Hidalgo? Si nadie sabe el alma de nadie quiere decir que nuestras almas son distintas, ya que si fueran iguales, yo sabría el alma de los demás porque serían como la mía. Pero como nuestras almas son distintas, entonces hay diversidad de pareceres, caracteres, actitudes, y al haber diversidad, debe haber almas muy buenas, buenas, regulares, malas y muy malas, es decir una gama amplia de comportamientos. Y por ser el alma la suma de aquel mundo interior que me hace ser lo que soy, (es decir miedos, anhelos, ilusiones, deseos, temores, acciones, pensamientos, etc.) y mis caracteres físicos lo que los demás perciben de manera directa (es decir mi exterior), por eso es más difícil conocer el alma. Por eso nadie sabe el alma de nadie. Mi interior es impenetrable. Solo es dado a conocer a los demás por medio de la conversación o por medio de mis acciones (y solo lo podrá hacer una persona que sepa interpretar el lenguaje). Es por eso que Sancho manifiesta que es mejor dejar dormir su cólera a cada uno, porque no sabemos cómo va a reaccionar cada persona. Hay temperamentos calmados que en un momento de acorralamiento estallan en un desbordamiento destructivo de ira o hay temperamentos tempestuosos que simplemente reaccionan de la manera a que todos están acostumbrados y el asunto pasa sin desmanes. Además la frase de Sancho nos enseña que desconocer el alma de los otros es no saber el por qué de sus reacciones. Y si no sabemos el por qué de sus reacciones no debemos entrar a hacer juicios de sus actos. No todo el mundo va a reaccionar de la manera que yo lo hago y no tengo por qué pensar que la manera en que yo reacciono a determinada situación es la manera en que todos deberían reaccionar.


El mundo es diverso y algunos dicen que es el mejor de los mundos posibles (Leibniz), que si el mundo fuera de una sola tonalidad sería un mundo aburrido. Es por eso que debemos aprender a soportar y  tolerar a los demás. Y, si tengo un poco de paciencia, a conocerlos y comprenderlos. En cada una de las personas hay un universo por explorar y en esta exploración se dan las diferentes relaciones que son la esencia del mundo natural y social.

domingo, 28 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre Nuestras Acciones con el Sabio Marco Aurelio

El Estoicismo debería ser materia de conocimiento obligado para todos. Es un área de la filosofía que enseña cómo vivir mejor en un mundo en el que las calamidades ocurren como parte del orden natural. Lo mismo sucede con el Budismo y el Cristianismo. Si estas tres formas de vida se asumen de manera superficial se vulgarizan, pero si se asumen con la profundidad propia de ellas, son un complemento excelente para la vida.
El Estoico Marco Aurelio, practicante de la filosofía, enseña, en sus meditaciones, libro VIII, numeral dos, lo siguiente: En cada acción, pregúntate: ¿cómo es ésta respecto de mí? ¿No me arrepentiré después de hacerla? Esta frase nos enseña que debemos ser conscientes de nuestras acciones y nuestro accionar se da en cada instante, por tanto debemos ser conscientes del instante. La vida es una suma concatenada de instantes, algo así como el tiempo una suma constante de segundos o la luz un chorro permanente de fotones. Estructuralmente, el ser humano es libertad. Cada instante elegimos, cada segundo estamos actuando y nuestras acciones son elecciones hechas a partir de un abanico de posibilidades. La filosofía nos enseña que somos una amalgama de deseos, afectos y razón y que debe ser la razón la que debe guiar nuestras acciones y la que debe controlar nuestros deseos y sentimientos, que son impulsivos, es decir, la filosofía nos enseña que debemos escoger la racionalidad. Los instantes nos acechan, por tanto debemos estar alerta a cada instante. Debemos razonar de manera permanente. En cada momento debemos cuestionar si aquello que pensamos hacer nos va a afectar a nosotros o a los demás. No debemos actuar sin conciencia. No debemos actuar al primer impulso y luego arrepentirnos del daño que causamos. Debemos entrenar la razón para que en cada acto que pensamos ejercer sea ésta la que nos dicte si es un acto que vale la pena de ser realizado. La razón calcula posibilidades, el impulso no. La razón examina los componentes del acto, el impulso no. Por eso es mejor el acto racional que el acto impulsivo. Ser conscientes de nuestras acciones es ser racionales y ser racionales es optar por un mejor estilo de vida y una mejor relación conmigo y con los demás.

sábado, 27 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre las Posesiones con el Sabio Job

El sabio Job, patriarca bíblico de alcances proféticos, podría ser considerado el precursor del estoicismo en el medio oriente. A pesar de haber sufrido tan grandes pérdidas, en un día perdió sus bueyes, asnos, ovejas, camellos, hijos y criados, su fe en Yahvéh se mantuvo firme.


Ante la noticia de semejante tragedia, Job no profiere una maldición ante la vida o el destino. Acepta todo aquello que ocurre mientras vive, y lo único que sale de sus labios es la hermosa y profunda frase: Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornare. (Job 1, 21). Desnudo nací, es decir que llegué a este mundo sin nada. No importa si soy hijo de un rey o del hombre más rico del mundo, nazco sin nada. A pesar de ser el futuro heredero a un trono, en el momento de nacer no soy consciente de ello. Y no solo a nivel económico o de propiedades materiales, sino también a nivel intelectual. Lo único con que llego al mundo es con mi carga genética, todo lo demás lo voy adquiriendo a medida que voy creciendo y viviendo. El ser humano es como un computador nuevo, viene programado con un paquete específico de programas pero los contenidos de los programas son accidentales, dependen del propietario del computador. Así, venimos programados para adquirir un lenguaje pero dependemos del idioma del país donde nos criemos, venimos programados para adquirir conocimiento pero depende de la cultura en la que vivimos y de las oportunidades de estudio que tengamos. Todo lo que adquirimos en la vida es accidental y así como llegó podría no haber llegado y podríamos ser totalmente diferentes, otro idioma, otros vestidos, otro conocimiento, otras ideas. Lo cierto es que, así seamos ricos herederos de un reino, poseedores de la máxima riqueza terrestre o los más brillantes intelectuales de la historia de la humanidad (científicos, artistas, escritores, pensadores), en el momento de nuestra muerte, en el momento del fin de nuestra existencia, a la tumba vamos sin nada. Nos vamos como llegamos, desnudos de objetos materiales o intelectuales.


Todo lo que poseemos en la vida es accidental y si asumimos ésta feliz accidentalidad (o triste, de acuerdo a nuestras oportunidades y forma de ver la vida) aprenderemos que lo que tenemos no es para siempre y soportaremos nuestras pérdidas con resignación. Si la vida nos dio la oportunidad de adquirirlo también nos puede dar la oportunidad de perderlo y debemos comprender que nacimos sin nada y al final cuando dejamos la existencia todo se queda. Desnudos nacimos, desnudos nos vamos.

domingo, 21 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre la Observación con el Sabio Eurípides


Eurípides podría ser llamado el filósofo de las tragedias. Sus escritos son catalogados como obras literarias, pero leídas con detenimiento se convierten en tratados filosóficos que enseñan a la humanidad en todos los tiempos. Cada uno de sus escritos requiere la pausa constante para digerir las profundas ideas que se leen de manera continua. En su obra Ión y en boca del protagonista dice: “No es el mismo el aspecto de las cosas cuando están lejos y cuando se ven de cerca”. Frase de filósofo para ser estudiada.


El aspecto de las cosas es distinto visto de cerca que visto en la distancia. En su obra “El Nombre de la Rosa”, Umberto Eco escribe un diálogo en el que El Maestro Guillermo de Baskerville explica a su discípulo Adso de Melk la diferencia de observar un animal a lo lejos y el mismo animal de cerca. Le dice: Si ves algo de lejos, sin comprender de qué se trata, te contentaras con definirlo como un cuerpo extenso. Cuando estés un poco más cerca, lo definirás como un animal, aunque todavía no sepas si se trata de un caballo o de un asno. Si te sigues acercando, podrás decir que es un caballo, aunque aun no sabes si se trata de Brunello o de Favello. Por último, sólo cuando estés a la distancia adecuada verás que es Brunello... Así, hace una hora, yo estaba dispuesto a pensar en todos los caballos, pero no por la vastedad de mi intelecto, sino por la estrechez de mi intuición. Aquí explica Umberto Eco, de manera detallada y filosófica, lo que significa mirar de cerca y mirar de lejos. Si observamos a lo lejos, y no solo de manera física sino también de manera cognitiva, nos damos cuenta que debemos acercarnos a las cosas o a las ideas para observar mejor. Acercarse a las cosas quiere decir apreciar realmente lo que la cosa es. Significa dejar todo tipo de prejuicios y mirar la cosa de manera objetiva dejando de lado las arandelas subjetivas. Acercarse es querer conocer realmente lo que son las cosas y no quedarnos en meras opiniones de ellas.


Si hacemos caso de la sabiduría de Esquilo aprenderemos a buscar lo que las cosas son y eso significa que nos acercaremos lo más posible a ellas preguntándonos qué son, por qué son, cómo son y qué posibilidades tienen de ser. Si observamos de cerca conoceremos los detalles de los sucesos del mundo en que vivimos y este no pasará desapercibido.

sábado, 20 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre los Juicios con el Sabio Sófocles

En la enorme obra Edipo Rey, el gran Sófocles nos hace reflexionar de manera permanente. Una de sus profundas frases, que educa a quien lee a conciencia, dice lo siguiente: “...juzga tú solo con conocimiento de causa”. Algunos dicen que Edipo Rey es una obra policíaca en la que nos enfrentamos a un misterio que se va develando poco a poco. El misterio es  el origen de la peste que azota al pueblo de Tebas, producida por haber aceptado a Edipo como rey. La historia de Edipo es compleja ya que resulta asesinando a su padre y casándose con su madre, todo esto sin saberlo. Era el destino al que estaba sometido desde antes de nacer. Cuando se entera de los sucesos, se castiga a sí mismo cegándose de manera cruel.


En esta obra de carácter investigativo, está esta frase que es acorde con cualquier proceso que esté encaminado a la búsqueda de la verdad, “juzga tu solo con conocimiento de causa”. Estamos acostumbrados a opinar sobre todo tema, del que sabemos y del que no. Pero nos enseña el Maestro Sófocles que solo debemos juzgar de aquello que conocemos. Recordemos la enseñanza de otros dos Sabios Maestros que han reflexionado, uno sobre la opinión y otro sobre los juicios. El primero es Platón, que ya en el año 400 a.c. decía que había dos grados de conocimiento: la ignorancia y la ciencia. A la ignorancia la dividía en creencia y opinión y a la ciencia la dividía en razón e intuición. Y enseñaba que era más fiable hablar bajo el dominio de la ciencia que del de la ignorancia, es decir que debíamos evitar hacer opiniones ya que es mejor hablar con certezas. El segundo es Jesús, el Nazareno, que en el año 30 d.c. enseñaba a sus oyentes y seguidores a no juzgar. ¿Por qué? Jesús era sabio y comprendía que la mayoría de nuestros juicios se basaban en opiniones. Es diferente hablar de un tema ignorando en qué consiste, que con conocimiento de causa. Pero acertamos más en nuestros comentarios si los basamos en el conocimiento de las cosas.

Recordemos la enseñanza de uno que fue más sabio entre los sabios, el Maestro Sócrates. Siendo quien era, padre de la filosofía, fue capaz de decir “solo sé que nada se.” Debemos procurar guardar silencio ante lo que desconocemos y hablar solo con el conocimiento de las cosas sobre aquello que se nos consulta.

domingo, 7 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre la Libertad con el Sabio Esquilo

Esquilo, el profeta del destino, no creía en la libertad del ser humano. Pensaba que venía con nuestro nacimiento la carga que debiamos soportar en la vida desde el principio hasta el final. ¿Libres? Si los dioses decretan desde el inicio aquello que nos espera en la vida. ¡El Hombre es el portador del destino!


En su tragedia “Prometeo Encadenado”, en boca de la Fuerza, en diálogo con Hefesto, dice: Que, excepto Zeus, nadie en el mundo es libre. Al fin profeta, un adelantado a la filosofía de Spinoza y Sartre y al psicoanálisis del S XX.



Existe el debate acerca de la libertad del ser humano. ¿Es el Hombre un ser libre? La religión plantea que Dios nos hizo con libre albedrio. Es decir que somos libres de elegir a nuestro gusto. Escrito está en el Eclesiástico, 15,14: Él hizo al hombre en el principio y lo dejó librado a su propio albedrío. La filosofía afirma lo contrario, que el Hombre no es completamente libre sino que su libertad tiene límites. El filósofo Spinoza afirma: Los Hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan.” Y el filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila afirma: Un hombre libre es un hombre sometido a las servidumbres de la vida.” Es por eso que aparece el filósofo Sartre afirmando una postura intermedia: El hombre está condenado a ser libre. Es decir que estamos esclavizados a la libertad. La frase parece contradictoria pero lo que afirma es que no podemos dejar de ser libres. Hasta si decidimos la no elección estamos eligiendo. Esquilo se adelanta a todos ellos al decir “Nadie en el mundo es libre.” Los seres humanos somos esclavos de la existencia, de la naturaleza y de nuestra esencia. La única solución posible la encuentra el mismo Spinoza manifestando: He dicho que es libre quien se guía solo por la razón. Somos esclavos de la naturaleza y de nuestras servidumbres y deseos. Pero si profundizamos en ellas y cuestionamos por qué nos motivan precisamente esas y no otras, al encontrar las razones que las mueven nos queda más fácil hacer la elección, porque la elección sería racional y no instintiva. Al dejarnos guiar por la razón comenzaremos a hacer elecciones motivadas por ella y no por nuestras pulsiones y deseos.


Y sin embargo Esquilo tiene razón, porque aun así, no somos libres de no hacer elecciones. Pero lo mejor es atender el consejo de Spinoza y si debemos escoger a qué esclavizarnos, es mejor ser esclavos de la razón, ya que salvo Zeus, nadie en el mundo es libre.      

sábado, 6 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre el Derecho con el Sabio Shakespeare

En una obra de Shakespeare se encuentran infinidad de sabias enseñanzas que abarcan todo lo posible. ¿Qué decir de toda la obra Shakesperiana? Abarca el tiempo en su totalidad. En sus escritos no existe el pasado o el futuro porque todo es presente. Si dentro de diez millones de años existiera la humanidad, Shakespeare seguiría siendo actual (lo dicho anteriormente vale para Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, y demás nombres que salen en estos escritos).


En su tragedia “la vida y muerte del rey Juan”, en la primer escena del acto segundo, en boca del rey Felipe, nos dice: “... el buen pensamiento de prestar atención a las violencias y ataques que se hacen al derecho. Una frase jurídica que toma vigencia en nuestro tiempo. Shakespeare, gran maestro del espíritu humano, nos pide que respetemos el derecho. Y no solo que lo respetemos, sino que lo ayudemos a proteger.


El derecho siempre ha sido motivo de estudio para las profundas mentes de la humanidad. Hay concordancia en que “el derecho es la norma que regula la conducta de los Hombres.” Es decir que los Hombres no sabemos comportarnos y necesitamos de algo que guíe nuestra conducta. Los seres humanos actuamos de acuerdo a nuestra voluntad y nuestra voluntad busca lo que es conveniente para nosotros sin importar lo que conviene a los demás. Es por eso que al vivir en comunidad  necesitamos de las normas para que permitan una sana convivencia y no pasemos por encima de los demás en nuestro afán de conseguir lo que queremos. Si las normas no van en contra de nuestros anhelos de buena vida en sociedad, debemos ser vigías de que el derecho no sea atropellado por aquellos que no han entendido que las normas están para armonizar la convivencia ciudadana, que de otro modo sería un caos, ya que cada quien haría lo que quisiera sin importar lo que los demás desean.



Reza una enseñanza popular “mis derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás”, es decir que, como no estoy solo, no puedo pretender que todo debe hacerse como yo quiero. He de pensar que si todos pensáramos así viviríamos en guerra de manera permanente y sería una guerra en la que los bandos cambiarían de manera constante. El derecho y las normas existen para encausar la conducta humana que, como un río, cuando se desborda, destruye todo lo que encuentra a su paso.