En
su inmortal poema Ilíada, el gigante Homero refleja la condición humana. Ahí
están retratadas las pasiones con todo detalle. Homero fue un observador
profundo de la naturaleza del Hombre. Su poema no es solamente un libro que
narra la historia de la guerra de Troya, sino que describe la complejidad del
ser humano.
En
su magna obra, en la rapsodia III, verso 109, en boca de Menelao, dice: “el alma de los jóvenes es siempre
voluble, y el viejo, cuando interviene en algo, tiene en cuenta lo pasado y lo
futuro a fin de que se haga lo más conveniente para ambas partes.” El
maestro ha descifrado la humanidad. Los jóvenes, impetuosos, actúan de manera variable.
Inexpertos en el acaecer de la vida actúan sin calcular las consecuencias
futuras. Los ancianos, con la experiencia adquirida, no toman decisiones a la
ligera, sino que calculan desde lo pasado las posibilidades futuras y realizan
aquello que es conveniente para todos. Homero nos enseña cual debe ser la
manera correcta de actuar ya que resalta la experiencia de los ancianos frente
a la volubilidad de los jóvenes. El joven, o muchas personas de mentalidad
joven, se dejan llevar por los ímpetus o el arrebato momentáneo mientras que
los ancianos (según los griegos los ancianos son el emblema de la sabiduría) actúan
de manera sosegada, sin afanes y en ese sosiego tienen el tiempo de meditar
cual es el camino a seguir.
Aprendamos
del maestro Homero que fue un profundo observador de la condición humana y
descifró el comportamiento impetuoso y acelerado de los jóvenes, que no nos
lleva a ningún lado, y el comportamiento sosegado de los ancianos, que con su experiencia
y su reposo son capaces de mirar con detenimiento los posibles caminos a seguir,
para que la decisión sea lo mejor posible para la mayoría.