Escribe
Werner Jaeger, el gran helenista del s.xx, en su obra Paideia, que Eurípides es
el inventor de la psicología y el gran escrutador del alma humana. Fue capaz,
en su obra, de reflejar al Hombre tal como es. Dicen que se escondía en la
soledad de una cueva a orillas del mar a ahondar en las profundidades del alma
humana y a pensar y escribir sus tragedias.
En
su obra Medea, escribe en boca del ayo (cuidador de los hijos de la
protagonista) lo siguiente: “toca al mortal
llevar con buen ánimo las vueltas de la suerte”. Sabias palabras las de Eurípides.
La existencia humana es fortuita. Desde nuestro nacimiento hasta nuestra final
partida somos títeres del destino. Eurípides lo sabe y nos recomienda que conservemos
el buen ánimo ya que, entre la angustia y la serenidad es mejor la última
porque nos permite observar con cabeza serena la situación que bajo otra
actitud nos agobiaría y nos haría tomar decisiones erróneas y aceleradas.
Por
ser afectivos le damos sentido a las cosas que nos pasan. Creemos que la
felicidad y la vida son para siempre, y cuando el destino nos recuerda que no
es así y que tanto la vida como la felicidad son frágiles y efímeras, entramos
en terror pánico, la angustia nos invade y sentimos la presencia y el peso de
la nada. La idea del sufrimiento nos hace cobardes y queremos que no se acerque
a nosotros ni a nuestros seres queridos, queremos habitar una burbuja de
placer. Pero la realidad es otra y debemos aceptarla. Somos frágiles y efímeros
y nuestro diario vivir transcurre bajo el vaivén de la fortuna. No siempre todo
sale como queremos y nos puede suceder lo impensable. ¿Y qué hacer cuando nos
toque? La reacción recomendable es la del Sabio Eurípides “Llevar con buen
ánimo las vueltas de la fortuna” y él lo dice como un imperativo: “toca”. No
hay de otra. La mejor elección es esa. Si sabemos que lo que nos afecta nos
puede llegar a suceder, debemos estar preparados para cuando suceda y llevarlo
con buen ánimo.
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