Séneca fue un gran filósofo. Se nutrió de la filosofía griega y la aplicó a su vida.
Sus enseñanzas son acordes a la sabiduría. Reflexionó sobre la condición humana
y el infortunio y pensó que la razón estaba en nosotros para resistir la
fortuna y el azar. Pensaba que la sabiduría debía encaminar al Hombre a la virtud
y trató de ser virtuoso. Su muerte es un ejemplo de la actitud del sabio ante
la certeza del final de la existencia humana.
En su tragedia Medea, en diálogo entre Medea y su nodriza, y ante el desespero por
la noticia del inminente matrimonio de su esposo con otra mujer, la nodriza le
dice: “Pon freno a tus palabras; no
desatines, no amenaces; amengua tu coraje...” Sabia enseñanza que todos
debemos aprender. Estamos hechos de lenguaje y la mayor manifestación de
nuestro lenguaje es la palabra. Nuestra mente trabaja con el lenguaje y cuando
pensamos lo hacemos por medio de las palabras. La palabra, o mejor el lenguaje,
es nuestra esencia. Con la palabra se hiere o se sana. Una palabra puede
construir o destruir. “Pon freno a tus palabras.” Si en un momento de ira e
intenso malestar vas a ofender o lastimar, mejor pon freno a tus palabras, si
las dices en ese momento podrías arrepentirte luego. Después de pronunciada la
palabra no se puede borrar, queda en la memoria de la persona que la escuchó y
una palabra puede hacer mucho daño. Es mejor callar y hablar luego, con calma y
serenidad y sin el ánimo de lastimar. Si se quieren decir los errores de la
otra persona se puede hacer de manera decente con el ánimo de corregir mas no
de ofender. “Amengua tu coraje”, refrena tu ira, amansa tu ímpetu. La rabia es
un acto irracional y la irracionalidad comete múltiples errores. La serenidad
del espíritu es un acto racional y la racionalidad trae múltiples beneficios.
Séneca decía que la racionalidad era lo que más nos emparentaba con la
divinidad.
Cuando sintamos rabia contra otra persona está en nosotros la capacidad de refrenar
los ímpetus desbordados para no lastimar ya que las palabras generan acciones y
una acción física producida por la ira puede lesionar. En nosotros está la
capacidad de detener, refrenar, amainar el coraje, ira o rabia, para actuar de manera
serena frente a la irracionalidad ajena y ser ejemplo de actuar acorde a la
razón. Si la ira no se controla o canaliza es una fuerza destructiva como el río que cuando arremete y se desborda destruye vidas y arrasa cultivos.
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