Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

sábado, 27 de octubre de 2012

Reflexionando Sobre las Posesiones con el Sabio Job

El sabio Job, patriarca bíblico de alcances proféticos, podría ser considerado el precursor del estoicismo en el medio oriente. A pesar de haber sufrido tan grandes pérdidas, en un día perdió sus bueyes, asnos, ovejas, camellos, hijos y criados, su fe en Yahvéh se mantuvo firme.


Ante la noticia de semejante tragedia, Job no profiere una maldición ante la vida o el destino. Acepta todo aquello que ocurre mientras vive, y lo único que sale de sus labios es la hermosa y profunda frase: Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá retornare. (Job 1, 21). Desnudo nací, es decir que llegué a este mundo sin nada. No importa si soy hijo de un rey o del hombre más rico del mundo, nazco sin nada. A pesar de ser el futuro heredero a un trono, en el momento de nacer no soy consciente de ello. Y no solo a nivel económico o de propiedades materiales, sino también a nivel intelectual. Lo único con que llego al mundo es con mi carga genética, todo lo demás lo voy adquiriendo a medida que voy creciendo y viviendo. El ser humano es como un computador nuevo, viene programado con un paquete específico de programas pero los contenidos de los programas son accidentales, dependen del propietario del computador. Así, venimos programados para adquirir un lenguaje pero dependemos del idioma del país donde nos criemos, venimos programados para adquirir conocimiento pero depende de la cultura en la que vivimos y de las oportunidades de estudio que tengamos. Todo lo que adquirimos en la vida es accidental y así como llegó podría no haber llegado y podríamos ser totalmente diferentes, otro idioma, otros vestidos, otro conocimiento, otras ideas. Lo cierto es que, así seamos ricos herederos de un reino, poseedores de la máxima riqueza terrestre o los más brillantes intelectuales de la historia de la humanidad (científicos, artistas, escritores, pensadores), en el momento de nuestra muerte, en el momento del fin de nuestra existencia, a la tumba vamos sin nada. Nos vamos como llegamos, desnudos de objetos materiales o intelectuales.


Todo lo que poseemos en la vida es accidental y si asumimos ésta feliz accidentalidad (o triste, de acuerdo a nuestras oportunidades y forma de ver la vida) aprenderemos que lo que tenemos no es para siempre y soportaremos nuestras pérdidas con resignación. Si la vida nos dio la oportunidad de adquirirlo también nos puede dar la oportunidad de perderlo y debemos comprender que nacimos sin nada y al final cuando dejamos la existencia todo se queda. Desnudos nacimos, desnudos nos vamos.

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