Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Reflexionando Sobre lo que nos Afecta con el Sabio Epicteto


Nuestros sentidos son la herramienta para percibir el mundo; la ciencia, la herramienta para explicarlo; la filosofía, la herramienta para comprenderlo. El mundo existe y el filósofo lo contempla. En su contemplación, y mirar detallado y profundo, el filósofo ve lo que los demás no: el mundo al desnudo. Las personas percibimos el mundo con lentes de colores que lo adornan y maquillan, el filósofo lo observa tal como es. Las personas percibimos fantasías, el filósofo realidades. Epicteto, gran filósofo, observó el proceder humano y lo comprendió, nos transmitió su comprensión con sabiduría y, sordos, seguimos sin atenderlo.

En su Enchiridion, libro filosófico que quedó para la posteridad, nos dice: Las cosas en sí no nos lastiman, ni entorpecen nuestra vida. Tampoco los demás lo hacen. Pero la forma como los percibimos es otro asunto; son nuestras actitudes y reacciones las que nos causan problemas. El Gran Sabio se ha pronunciado. El suceder de las cosas o personas, es decir los hechos, no nos lastiman, lo que nos lastima son nuestras reacciones hacia ellos. El mundo está ahí tal como es, nosotros lo percibimos y nos afectamos de acuerdo a como vemos o pensemos los sucesos. El mundo no nos afecta, nos afecta lo que pensamos de él. ¿Qué quiere decir esto? Parece contrario a lo que normalmente pensamos. Entonces ¿Cómo debo reaccionar si ocurre un evento que afecta a un ser querido, por ejemplo un accidente mortal? ¿O un despido? ¿O una ruptura? ¿O una pérdida? Precisamente eso es lo que nos quiere decir el sabio. El universo, la naturaleza, el mundo, acaece, sucede y punto. No hay finalidad alguna en el transcurrir de los hechos. Las cosas no ocurren con una intención, simplemente ocurren. Somos nosotros los que le damos sentido y le buscamos finalidad a los sucesos del mundo. Ahí es donde entra el sabio y nos dice que es nuestra actitud frente al mundo la que nos causa problemas. ¿Cómo así? Nuestra actitud frente al mundo, es decir la forma como asumimos los hechos del mundo y la manera como reaccionamos frente a ellos. Si estamos acostumbrados a algo y de repente nos lo quitan (objeto, empleo, pareja, familia) nos aqueja la angustia, la desazón, el temor. Si nuestra actitud es pesimista diremos: “¿por qué me sucede esto a mí?, ¿será un castigo del cielo?, ¿Qué habré hecho mal para merecerlo?”, O podemos decir: “es voluntad de Dios para enseñarnos como actuar y qué esperar de la vida.” O tal vez: “Si así sucedió es porque no me convenía y ya vendrá algo mejor, Dios sabe como hace sus cosas.” Sea cual sea nuestra actitud, le buscamos sentido y finalidad a los hechos, lo necesitamos para creer que comprendemos el mundo y la existencia. Pero no, los hechos ocurren y ya. El mundo es complejo y pasa. Si aprendemos a observar, como observaron los antiguos sabios, aceptaremos que las cosas suceden y que si ocurren cerca de mí me veré afectado. No es lo mismo un terremoto en un país lejano que en la ciudad que habito. ¿Cómo voy a afectarme? De acuerdo a mi pensamiento y mi subjetividad. Es ahí donde debo entrenar mi intelecto. Si comienzo a aceptar que el mundo es como es, que a diario ocurren cosas y que esas cosas me van a beneficiar o a perjudicar, entonces estaré preparado para cuando sucedan y lo que antes me parecía terrible pues simplemente lo recibiré como una posibilidad dentro de las tantas posibilidades que a diario me acechan. Si experimento una acción que considero mala y la percibo en el instante, me angustiará mucho, ya que la estoy viviendo en ese instante. Pero si en el momento que me ocurre me substraigo a la realidad y la contemplo en el tiempo y me adelanto unos años, me doy cuenta que el dolor, la angustia o la afectación cederá, entonces la experimento menos angustiosa ya que se que existía la posibilidad de que ocurriera y que con el tiempo la asimilaré. No son las cosas las que me afectan sino lo que pienso de ellas.

Si aprendo a ver el mundo como es, no me veré afectado por el mundo. Es difícil de comprender esta enseñanza del sabio Epicteto, pero es verdad. Creemos que una pérdida es terrible, pero si comprendemos que las pérdidas ocurren, cuando ocurra no se verá tan terrible, sino que se asimilará como parte del proceso de la existencia y como parte del acaecer del mundo.

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