Nuestros sentidos son la herramienta para percibir el mundo; la ciencia, la herramienta
para explicarlo; la filosofía, la herramienta para comprenderlo. El mundo
existe y el filósofo lo contempla. En su contemplación, y mirar detallado y
profundo, el filósofo ve lo que los demás no: el mundo al desnudo. Las personas
percibimos el mundo con lentes de colores que lo adornan y maquillan, el
filósofo lo observa tal como es. Las personas percibimos fantasías, el filósofo
realidades. Epicteto, gran filósofo, observó el proceder humano y lo comprendió,
nos transmitió su comprensión con sabiduría y, sordos, seguimos sin atenderlo.
En su Enchiridion, libro filosófico que quedó para la posteridad, nos dice: “Las cosas en sí no nos lastiman, ni
entorpecen nuestra vida. Tampoco los demás lo hacen. Pero la forma como los
percibimos es otro asunto; son nuestras actitudes y reacciones las que nos
causan problemas.” El Gran Sabio se ha pronunciado. El suceder de las
cosas o personas, es decir los hechos, no nos lastiman, lo que nos lastima son
nuestras reacciones hacia ellos. El mundo está ahí tal como es, nosotros lo
percibimos y nos afectamos de acuerdo a como vemos o pensemos los sucesos. El
mundo no nos afecta, nos afecta lo que pensamos de él. ¿Qué quiere decir esto?
Parece contrario a lo que normalmente pensamos. Entonces ¿Cómo debo reaccionar
si ocurre un evento que afecta a un ser querido, por ejemplo un accidente
mortal? ¿O un despido? ¿O una ruptura? ¿O una pérdida? Precisamente eso es lo
que nos quiere decir el sabio. El universo, la naturaleza, el mundo, acaece,
sucede y punto. No hay finalidad alguna en el transcurrir de los hechos. Las
cosas no ocurren con una intención, simplemente ocurren. Somos nosotros los que
le damos sentido y le buscamos finalidad a los sucesos del mundo. Ahí es donde
entra el sabio y nos dice que es nuestra actitud frente al mundo la que nos
causa problemas. ¿Cómo así? Nuestra actitud frente al mundo, es decir la forma
como asumimos los hechos del mundo y la manera como reaccionamos frente a ellos.
Si estamos acostumbrados a algo y de repente nos lo quitan (objeto, empleo,
pareja, familia) nos aqueja la angustia, la desazón, el temor. Si nuestra
actitud es pesimista diremos: “¿por qué me sucede esto a mí?, ¿será un castigo
del cielo?, ¿Qué habré hecho mal para merecerlo?”, O podemos decir: “es voluntad
de Dios para enseñarnos como actuar y qué esperar de la vida.” O tal vez: “Si
así sucedió es porque no me convenía y ya vendrá algo mejor, Dios sabe como
hace sus cosas.” Sea cual sea nuestra
actitud, le buscamos sentido y finalidad a los hechos, lo necesitamos para
creer que comprendemos el mundo y la existencia. Pero no, los hechos ocurren y
ya. El mundo es complejo y pasa. Si aprendemos a observar, como observaron los
antiguos sabios, aceptaremos que las cosas suceden y que si ocurren cerca de mí
me veré afectado. No es lo mismo un terremoto en un país lejano que en la ciudad que habito. ¿Cómo voy a afectarme? De acuerdo a mi pensamiento y mi
subjetividad. Es ahí donde debo entrenar mi intelecto. Si comienzo a aceptar
que el mundo es como es, que a diario ocurren cosas y que esas cosas me van a
beneficiar o a perjudicar, entonces estaré preparado para cuando sucedan y lo
que antes me parecía terrible pues simplemente lo recibiré como una posibilidad
dentro de las tantas posibilidades que a diario me acechan. Si experimento una acción
que considero mala y la percibo en el instante, me angustiará mucho, ya que la
estoy viviendo en ese instante. Pero si en el momento que me ocurre me substraigo
a la realidad y la contemplo en el tiempo y me adelanto unos años, me doy
cuenta que el dolor, la angustia o la afectación cederá, entonces la
experimento menos angustiosa ya que se que existía la posibilidad de que
ocurriera y que con el tiempo la asimilaré. No son las cosas las que me afectan
sino lo que pienso de ellas.
Si aprendo a ver el mundo como es, no me veré afectado por el mundo. Es difícil de
comprender esta enseñanza del sabio Epicteto, pero es verdad. Creemos que una
pérdida es terrible, pero si comprendemos que las pérdidas ocurren, cuando
ocurra no se verá tan terrible, sino que se asimilará como parte del proceso de
la existencia y como parte del acaecer del mundo.
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