La sabiduría que Eurípides tiene de la humanidad es una sabiduría profunda ya que él
vivió para pensar la conducta humana. Quiso conocer la naturaleza del Hombre y
la contempló desde el retiro de su cueva en Salamina, donde vivió alejado del
bullicio y escribiendo sus obras en el silencio frente a la inmensidad del mar.
En su obra las suplicantes pone en boca del heraldo, en diálogo con Teseo, las
siguientes palabras: “El hombre
sensato sabe permanecer sosegado en el momento oportuno. Y en esto precisamente
consiste la valentía, en ser prudente.” Difícil enseñanza la del Sabio
Maestro Eurípides. Difícil precisamente porque él sabe que es el ideal de
Hombre al que debemos aspirar ya que somos todo lo contrario. "El Hombre sensato
sabe permanecer sosegado en el momento oportuno", es decir el Hombre que piensa,
que razona, que no se deja llevar por el impulso del instante, ni por el
arrebato momentáneo es capaz de permanecer sereno, tranquilo, reposado, calmado
en cualquier instante y ante cualquier situación, sobre todo en aquellas que se
necesita el buen temple y no la sinrazón. Ante una acusación injusta, un
despido inesperado, un hecho desafortunado, una situación calamitosa, se
necesita que gobierne la razón y no el impulso irracional o los afectos. La razón
es serena, sosegada, reposada y nos permite pensar con cabeza fría y con
objetividad el problema o situación presente. En cambio el impulso es acelerado,
inquieto, estruendoso y nos ciega ante el abanico de posibilidades que se
presenta para resolver la situación. Recordemos la enseñanza de Epicteto, el
estoico, quien nos dice que hay cosas que dependen de nosotros y cosas que no
dependen de nosotros. Si frente a una situación que se nos presenta, de nosotros depende la solución, pues se busca la solución y problema resuelto,
pero si de nosotros no depende la solución, pues se debe aceptar la situación, porque de nosotros no depende y cualquier cosa que hagamos será inútil. Me
echaron del trabajo y no puedo trabajar mas donde venía laborando, pues me voy
y busco un nuevo empleo; mi pareja me dejó de querer y me pide que terminemos
la relación, pues como en su corazón no mando yo, me alejo de ella y ya vendrá
otro amor; muere un ser querido y cercano, pues ya no lo puedo revivir y acepto su muerte ya que la muerte hace parte de la existencia; me doy cuenta que tengo una
enfermedad terminal, pues no soy dueño de la vida y la muerte es nuestro
destino común, así puedo disfrutar mis últimos momentos de la existencia y alcanzo a despedirme de mis seres queridos y así..., con todo lo demás. Y nos
enseña Eurípides, “en esto consiste la valentía, en ser prudente.” Ser valiente
no consiste en ser vulgar, acelerado, impulsivo, ser valiente consiste, según
Eurípides, en ser prudente. Es una nueva perspectiva de la valentía. No
consiste en el ímpetu momentáneo, ni en el arrojo pendenciero, si no en la moderación
de nuestras acciones. Valiente no es el que arremete si no el que controla,
valiente no es el que azuza si no el que sofrena, valiente no es el que injuria
si no el que respeta. La prudencia es señal de hombre inteligente que deja que
la razón controle sus impulsos y controlar los impulsos y arrebatos del ánimo
es símbolo de valentía.
Debemos reflexionar las enseñanzas de aquellos seres que vivieron en contemplación de
la conducta humana y que descifraron lo que el Hombre es. Si hacemos el
ejercicio de conocernos a nosotros mismos y razonamos a diario nuestras
acciones mejoraremos como personas y no actuaremos de manera irracional que
pueda perjudicar a otros o a nosotros mismos.
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