La
racionalidad es un ejercicio, una práctica diaria. No nacemos racionales,
nacemos con la capacidad de potenciar la racionalidad. Lo que si se nota a
leguas son las características que nos gobiernan: el afecto y el deseo. Somos
seres afectivos y de necesidades. Como dice Spinoza “El deseo es la esencia misma del Hombre.” O “El Hombre está sujeto siempre, necesariamente, a las pasiones.” Deberíamos
buscar la forma de maximizar nuestra capacidad racional y automáticamente tendríamos
el mejor de los mundos posibles. La razón evitaría la violencia, la injusticia,
la ignorancia.
En
su Ética, en la parte cuarta, en el escolio de la proposición XLVII, Spinoza
dice: “cuanto más nos esforzamos en
vivir según la guía de la razón, tanto más nos esforzamos en no depender de la
esperanza, librarnos del miedo, tener el mayor imperio posible sobre la fortuna
y dirigir nuestras acciones conforme al seguro consejo de la razón.” ¡El
profeta de la razón, convencido y seguro de los dones de su diosa! Desde
antiguo, Platón nos ha sugerido que, para ser mejores personas, la razón debe
dominar nuestros deseos y pasiones (o pulsiones). Si dejamos que nuestras
acciones sean guiadas por el deseo o el afecto entonces seremos arrastrados por
el ímpetu y no nos tomaremos un tiempo para pensar y calcular nuestras acciones.
Si no se piensa para actuar, no calcularemos los daños que se puedan generar a
partir de nuestros actos y posiblemente perjudiquemos a otros, ya que los actos
de deseo y de pasión son actos egoístas porque van en busca del beneficio
personal y no del colectivo. Pero miremos los beneficios de la razón: no depender
de la esperanza, librarnos del miedo, tener el mayor imperio posible sobre la
fortuna y dirigir nuestras acciones conforme al seguro consejo de la razón.
Miremos cada uno de estos beneficios: 1) No depender de la esperanza, es
decir no esperar lo que no sabemos si va a llegar y no esperar imposibles ya
que racionalmente hemos guiado nuestras acciones y hemos hecho lo posible por
alcanzar nuestros logros. En ocasiones la esperanza es pereza ya que no nos
esforzamos al máximo de nuestras posibilidades y esperamos un golpe de la
fortuna para salir beneficiados. En el mundo están las cosas que dependen de
nosotros y las que no, a las que dependen de nosotros debemos tenerlas en
nuestra mira y hacer lo posible para que se consoliden y las que no dependen de
nosotros debemos dejar que sucedan y aceptarlas ya que no está en nuestro ser
haberlas realizado. 2) librarnos del miedo, es decir no temer. La razón
nos indica que en este mundo nos suceden cosas, a las que nos convienen las
llamamos buenas y a las que no, malas. Pero en la vida, ambas nos suceden a
menudo, y las que nos convienen nos causan felicidad, alegría, dicha y las que
no, nos causan tristeza, angustia, temor. Sentimos temor por aquellas cosas que
desconocemos y que nos pueden causar daño, pero si hacemos el ejercicio
racional y nos damos cuenta que estamos prontos a experimentar un hecho causal,
pues no debemos temer porque es un hecho provocado por nuestras acciones y nos
pasa aquello que provocamos, pero si estamos próximos a experimentar un hecho
casual tampoco debemos sentir temor ya que es un hecho que no depende de
nosotros sino que es independiente de nuestra voluntad y aquellas cosas deben
ser aceptadas por nosotros ya que pasan en el mundo y no escogen cuando pasan
ni a quien le deben pasar. 3) tener el mayor imperio posible sobre la
fortuna, es decir que aceptamos aquellas cosas que pasan y que no están en
nuestro haber que pasen, porque son cosas que suceden porque sí y no por algún
designio ultraterreno o con alguna intención o significado, además las cosas
suceden pero la actitud racional nos permite actuar de acuerdo a esas
situaciones de la manera más óptima que podamos actuar. 4) dirigir nuestras
acciones conforme al seguro consejo de la razón, es decir pensar antes de
actuar, tomarse un tiempo para meditar nuestras acciones y calcular sus
alcances. Mirar dentro del abanico de posibilidades cual es el más benéfico a
seguir y el que causa menos daño a mí y a los demás.
Spinoza es el profeta de la razón. Si la razón es una religión, él es su más alto
profeta y uno de sus mártires (fue atacado a cuchillo por sus ideas) ya que
encamina la razón a nuestras acciones diarias con más claridad que otros
filósofos (al mejor estilo de Sócrates, quien sería a mí parecer la razón hecha
carne), también defensores y seguidores de la actitud racional. Si queremos
vivir de manera tranquila en este mundo turbio y complicado debemos comenzar a
practicar la racionalidad para lograr la paz y la tranquilidad mental que
lograron personas como Sócrates y Spinoza.
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