Vanitas, Jacques Linard, 1600-1645, Museo del Prado. Madrid.

sábado, 19 de enero de 2013

Reflexionando Sobre la Existencia con el Sabio Job


Job, el antecesor bíblico del estoicismo, es uno de los Hombres sabios de la antigüedad hebrea. Su libro es uno de los sapienciales del antiguo testamento y sus páginas están llenas de enseñanzas que, estudiadas y reflexionadas, nutren el intelecto y favorecen la voluntad. Cada frase es un mundo infinito de sabiduría y el libro pulula en frases.

En su libro, en respuesta a Bildad de Súaj, Job dice: “¿No son bien poco los días de mi existencia?” (Job 10, 20) ¡Una verdad que aterra! Job reflexiona sobre la duración de nuestra existencia. Nuestra vida es efímera, no importa que vivamos lo máximo que pueda vivir un ser humano (cien años o un poco más). Si miramos la flecha del tiempo, desde el origen de la vida hasta nuestros días, nos damos cuenta que han pasado millones de años y los cien que vivimos no son nada, así nos parezcan mucho. Nuestra existencia es un parpadeo, un respiro, un instante. Lo dice Gustavo Adolfo Bécquer, el romántico y existencial poeta español del S XIX “Al brillar un relámpago nacemos y aun dura su fulgor cuando morimos, tan corto es el vivir”, lo dice el filósofo poeta argentino Jorge Luis Borges: “Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el fin”lo dice el estoico Marco Aurelio: “Breve es la vida para cada uno”. Somos de existencia efímera. Si calculamos el número de horas en un año, un segundo no es nada, si miramos los quince mil millones de años que dice la física acerca de la edad del universo, cien años no son nada. Tenemos un principio y un final, nacemos y morimos. Si somos afortunados y no sufrimos un accidente mortal, una enfermedad grave o un homicidio, nuestra vida se acaba de manera natural, viejos y ancianos, cansados, esperando el descanso obligatorio; si somos desafortunados, nos vamos jóvenes, hay quienes mueren desde el vientre o antes de tener consciencia de la vida. No importa la manera de morir, es nuestro común destino, nacemos y morimos, llegamos y nos vamos, iniciamos y finalizamos.

¿Y cómo vivimos esos cortos días de nuestra existencia? Es una tristeza que no sepamos vivir. Nuestra vida es corta y la desperdiciamos buscando absurdos e ilusiones. Como especie hemos inventado formas de vida social que han generado una vida de egoísmo donde unos cuantos acumulan la riqueza y el poder y los demás les servimos de medio para incrementar las riquezas. Esa misma forma social nos hace vivir trabajando toda la vida para poder subsistir en un mundo en donde lo que importan es el dinero y los títulos y nos olvidamos de contemplar el mundo y contemplarnos a nosotros mismos. Cometemos el error de no maravillarnos frente la vida, de no extasiarnos ante la naturaleza, de no embelesarnos con la belleza, de no embriagarnos con la existencia. Vamos por la vida como una veleta empujada por el viento en vez de ser los guías de nuestro propio barco a motor. Dejamos que se nos impongan los ideales sociales absurdos y ajenos a nosotros y no vivimos la vida como deberíamos vivirla, una vida dedicada a disfrutar de este corto trance de la existencia; una vida dedicada a trabajar poco y a disfrutar de las ganancias adquiridas viajando por el mundo para conocer toda la redondez de nuestro planeta y no solamente el rincón donde nacemos; una vida dedicada a conocer las manifestaciones artísticas e intelectuales a lo largo de la historia y no solamente a conocer las ideas prosaicas de la gente común de nuestra localidad; una vida dedicada a amar y no a odiar, dedicada al conocimiento y no a la ignorancia, dedicada a construir y no a destruir, dedicada a la sabiduría y no a la estupidez.

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